LA LOca aventura de caminar

LA LOca aventura de caminar

Desde hace mucho tiempo vengo observando que la gente no camina lo suficiente y necesario, siendo uno de los ejercicios más recomendados para todas aquellas personas que pueden hacerlo, y ciertamente hay muchas personas que pueden hacerlo.

Sin embargo, mucha gente prefiere que algo o alguien los lleve y los traiga, y que puedan comenzar el viaje en la puerta de su casa y terminar en la puerta del lugar de destino. Déjenme decirles que hay solo una forma de ir de A hasta B puerta a puerta: caminando.

Esta conducta de no caminar o caminar poco es bastante extraña considerando que el sedentarismo es una de razones por las cuales mayormente nos enfermamos (entre muchas otras, por cierto).

¿Qué incidencia real tiene el sedentarismo en nuestra vida diaria? La razón principal por la cual se recomienda hacer ejercicio es porque eso mantiene el sistema inmunológico funcionando eficientemente, mejora el sistema cardiovascular, el sistema digestivo, los huesos y músculos se fortalecen.

Estas son algunas de las enfermedades que pueden derivar de una vida sedentaria:

  • Enfermedades cardiovasculares
  • Obesidad
  • Hipertensión arterial
  • Colesterol alto
  • Accidente cerebrovascular
  • Síndrome metabólico
  • Diabetes
  • Osteoporosis
  • Depresión y ansiedad

Caminar pareciera no formar parte fundamental de la vida cotidiana de las personas, y debería serlo. Siempre buscamos otras formas para ir de A hasta B en modos de transporte que no fomentan la movilidad, sino que potencian el sedentarismo, y nunca nos ponemos a pensar en todo lo que perdemos dejando de caminar.

Tres kilómetros o trescientos metros, no importa ya la distancia sino el hecho de pensar en movernos. Creemos que llevar a las infancias al colegio en auto es una comodidad, pero quizás inconscientemente estamos generando, no solo en nosotros como adultos sino también en las infancias en desarrollo, la capacidad de creer algo que en la práctica no lo es, y pretendemos meternos con el auto dentro del aula, estacionando en lugares prohibidos, congestionando el tránsito, generando espacios peligrosos para las personas a pie en el espacio público.

Las excusas son muy diversas y quizás algunas de ellas comprensibles desde el contexto, pero no por aceptarlas en un determinado contexto dejan de ser perjudiciales.

La falta de espacios para estacionar el auto, las contingencias climáticas, la edad de las infancias, el tiempo que se pierde, etc. Son muchas y variadas las razones por las cuales decidimos no caminar, y seguimos haciéndolo a expensas de perjudicar nuestra salud y la de las infancias. ¿Acaso un niño/a de 3 años no puede caminar? Si llueve, ¿no podemos usar ropa impermeable o llevar paraguas? ¿Y si hace frio? Nos abrigamos. ¿Y que pasa si hace mucho calor? Usamos ropa cómoda y liviana, nos hidratamos permanentemente y buscamos transitar por zonas que nos protejan del sol.

Como dije antes, las excusas son muchas y variopintas, pero también lo son las soluciones a cada una de esas contingencias, pero no somos capaces de pensar un poco en la ganancia que tiene movernos frente a no hacerlo, esgrimiendo razones que aquí humildemente hemos echado por tierra.

¿Qué podemos hacer para sumar kilómetros a nuestro andar? Usar menos el auto, usar el transporte público es una buena opción porque nos permite caminar y movernos, usar la bicicleta suma vida a nuestra vida y combinar todos estos modos también potencia la movilidad. Tomarnos el tiempo para hacerlo es fundamental. La vida es corta, pero merece ser vivida, y si bien sabemos que muchas veces el entorno urbano no es del todo amigable con las personas a pie, sabemos también que aún siendo hostil nos ofrece muchas alternativas que podemos tomar para potenciar la capacidad de nuestro cuerpo de permitirnos ir a todas partes caminando.

Solo quería decirles, para terminar, que caminar es una de las formas básicas de movilidad, que suma más beneficios que perjuicios y que nuestro cuerpo necesita para mantenerse funcionando correctamente y de esa manera mejorar nuestra calidad de vida.

Gracias por leer y usar este espacio para la reflexión permanente. Que sirva esto para abrir nuestras cabezas y empezar a pensar en cosas que nos hagan bien, que nos conecten mas con la naturaleza, con el medio ambiente, con las personas.

¿No entienden nada?

¿No entienden nada?

En muchas ciudades del mundo están trabajando desde hace varios años para mejorar la movilidad urbana y hacerla más eficiente, sustentable y segura, y la ciudad de Buenos Aires no es la excepción.

Si bien la transformación de Buenos Aires en materia de movilidad se fue dando progresivamente y con cierta lentitud, a diferencia de otras ciudades que han decidido aplicar medidas de shock, podemos notar claramente avances hacia una ciudad que prioriza a las personas por encima del uso de vehículos motorizados, como el auto particular.

La movilidad hoy en el mundo está orientada a promover transportes y movilidades que mejoren la calidad de vida de las personas, y en ese sentido es importante que empecemos a valorar, más allá de nuestras preferencias, la idea de tener alternativas de transporte y movilidad que nos permitan tener un tránsito más amigable, eficiente, saludable y segura.

La tendencia hacia una movilidad más segura y sustentable está creciendo exponencialmente y va en línea con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) establecidos por la Agenda 2030 propuesta por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y no podemos vivir ajenos a este camino que el mundo transita hoy.

Vivimos todos en el mismo planeta, y en ese sentido tenemos que darnos cuenta de que no hay vuelta atrás en el camino recorrido, sino trabajar denodadamente para mejorarlo.

Desde hace más de 10 años que se le viene dando un enorme impulso al uso responsable de la bicicleta como modo de transporte y como herramienta de transformación para mejorar la movilidad urbana, y en ese plan se ha construido, a lo largo de todos estos años, una red de carriles exclusivos para bicicletas que ha favorecido su uso y ha incrementado el porcentaje de viajes diarios de 0,3% al 10% en los últimos años. Eso se debe principalmente a que se han creado espacios exclusivos para que la gente pueda usar la bicicleta de forma más cómoda y segura.

La gestión del gobierno actual no parece estar muy en línea con la tendencia mundial en materia de movilidad urbana en general, y particularmente del desarrollo del ciclismo urbano, y sigue pensando el tránsito en términos de igualdad en lugar de hacerlo más equitativo, al menos eso es lo que veo desde mi perspectiva y en virtud de no haber hasta el momento voluntad de comunicarse activamente con la sociedad civil y conocer la opinión de quienes queremos que la ciudad avance hacia una movilidad más segura y no contaminante.

Las ciclovías y bicisendas de la ciudad han permitido que más gente empiece a usar la bicicleta como modo de transporte, con un importante aporte a la seguridad, la salud y el cuidado del medio ambiente. El activismo ciclista particularmente desde hace muchos años que venía impulsando la idea de construir ciclovías sobre las avenidas troncales de la ciudad, lo que finalmente ocurrió después de mucho insistir y los resultados demostraron que lo que decíamos era correcto.

Otro factor importante a tener en cuenta es la facilidad que tiene la bicicleta de integrarse al transporte público y contribuir a un sistema multimodal que favorezca los viajes interurbanos, cuidando el medio ambiente y haciendo del entorno urbano un espacio más limpio y seguro.

Quienes nos movemos en bicicleta por la ciudad no estamos dispuestos a aceptar que la ciudad vaya en sentido opuesto al camino que viene recorriendo. Podemos estar de acuerdo o no con algunos detalles en relación a la implementación de ciertas políticas relacionadas con el ciclismo urbano, pero no vamos a aceptar de ninguna manera que se ignore la palabra autorizada de un sector importante que debe estar presente de forma activa en la planificación y gestión de la movilidad y en todo aquello que aún queda por hacer para que el transporte y la movilidad vayan por el camino correcto.

Estamos dispuestos a sentarnos a trabajar con el gobierno porque no hay mejor política pública que la que se hace de forma conjunta. Ser parte activa de los proyectos enriquece el trabajo y los resultados que se obtengan. Ignorar lo que la sociedad civil puede aportar es una falla grave de gestión y no lo vamos a permitir, porque avasallar lo que tenemos para decir es simplemente defraudar a una parte importante de la sociedad que quiere trabajar para mejorar la calidad de vida de todos en su conjunto.

Esperando que este mensaje llegue a quienes toman las decisiones y piensen que volver atrás nos pone del otro lado del mundo y nos desintegra. Repensar ideas no está mal, y si se hace junto a la sociedad civil hace que esas ideas se potencien y así poder garantizar óptimos resultados.

Gracias como siempre por leer y entender que solo hay un camino, pero que lo podemos construir entre todos.

La base está

La base está

Hace algunos meses una persona a la que aprecio mucho profesionalmente me hizo llegar una propuesta muy interesante, unirme a una iniciativa impulsada por la Asociación Civil MINU, de la mano de su Director Ejecutivo, Martín Galanternik y su Coordinador en Educación y Seguridad Vial, Ezequiel Naidich, entre muchas otras personas que trabajan con esfuerzo y dedicación en proteger valores fundamentales de nuestra existencia como el respeto, la empatía, la inclusión.

¿De qué se trata esta propuesta? Alguno/a se preguntará. Pues bien, se llama COALICIÓN ARGENTINA DE MOVILIDAD SEGURA, y si de movilidad hablamos hay mucha tela para cortar al respecto.

La seguridad vial en Argentina hoy es un tema que desafortunadamente no está en la agenda de los gobiernos, y solo se la mira de costado cuando algo dramático e irremediable sucede, con lo cual todo queda diluido a “resolver”(¿?) lo ocurrido y no ir un poco más allá e investigar que ocurrió realmente, por qué ocurrió, cuales fueron los factores desencadenantes y que solución base encontramos para aplicarla de forma sistemática, para que ese problema deje de ser recurrente.

Claro está que esto no es tan fácil de llevar a cabo como soplar y hacer botellas, pero es mucho más complicado aún si nadie se encarga de poner el problema sobre la mesa y trabajar conjuntamente y de forma colaborativa entre los gobiernos y la sociedad civil, y ahí es donde viene a jugar un papel preponderante la Coalición Argentina de Movilidad Segura (CAMS).

Esta iniciativa de la Asociación Civil MINU, con el apoyo de Global Road Safety Partnership y Bloomberg Philanthropies, viene acompañada de un proyecto a nivel nacional para reducir las velocidades máximas en todo el territorio de la República Argentina, y aunque ya varias ciudades han logrado avances en el tema, es importante poder llevar todo esto a otro nivel y discutirlo legislativamente para que tenga un mayor alcance y no quede solo circunscripto a unas pocas localidades del país.

Desde hace un tiempo que en lo personal me viene interesando mucho la seguridad vial, he aprendido y aprendo mucho cada día, siempre guiado por numerosos/as profesionales en la materia, y por eso es que no dudé en sumarme a esta propuesta para ver de qué manera podía yo contribuir a ese cambio de paradigma y así establecer nuevas normas de convivencia vial basadas principalmente en el protagonismo que hoy deben tener las personas por sobre las máquinas.

Hablar sobre seguridad vial no debe ser un tema tabú en ninguna sociedad que presuma interés en proteger la vida de las personas, porque ¿qué sería de nuestras ciudades sin personas? Y estoy hablando de todas las personas que habitamos este planeta y que nos movemos de diferente manera. No importa como se muevan realmente, siempre que sea con respeto y empatía, poniéndose siempre en el lugar del otro, porque no hay otra forma de establecer un vínculo sin conocer que espera esa otra persona de nosotros.

La CAMS viene a establecer una forma diferente de trabajo para con los gobiernos, y quizás sirva esta nota para que se difunda el trabajo que hoy comienza entre muchas personas de diferente origen, profesión, ocupación, interés, pero que persiguen un único y claro objetivo, fortalecer la convivencia vial con normas que prioricen la movilidad activa por sobre todas las cosas, y que garanticen la seguridad de todas las personas que comparten el espacio público como escenario vital de nuestras ciudades.

Hago un llamado a quien quiera oír, la CAMS ya empezó su camino, pronto habrá más novedades, y desde la Asociación Civil MINU y los miembros que conforman la Coalición, entre los cuales me encuentro, estaremos dando a conocer los proyectos que empezarán a fluir y que deberán recorrer quizás un largo camino, pero con la certeza de que ese camino nos vinculará con funcionarios/as, dirigentes políticos, empresarios/as y profesionales que estén interesados/as como nosotros en mejorar la calidad de vida de nuestras ciudades.

En lo personal creo haber elegido una propuesta que va a llevar la seguridad vial a un nivel inédito en Argentina. Quizás estas palabras suenen grandilocuentes, pero eso es lo que siento hoy, y en esas palabras veo la piedra fundacional de una forma diferente de tratar un tema que hasta hoy en Argentina siempre fue relegado.

Invito a todos/as, organizaciones, instituciones educativas, profesionales en seguridad vial, periodistas, activistas y cualquier persona que estén realmente interesados/as en mejorar la seguridad vial y la forma en la que nos movemos, a participar activamente en la CAMS y formar parte de un grupo de trabajo multidisciplinario que intentará torcer la historia.

Les dejo acá el link de la Asociación Civil MINU donde encontrarán toda la información que necesitan para sumarse al trabajo de la CAMS: https://linktr.ee/asociacionminu

Gracias por leerme y por hacer que este espacio siga siendo un lugar donde pensar y reflexionar sea realmente revolucionario.

Global Road Safety Partnership: https://www.grsproadsafety.org/

Bloomberg Philanthropies: https://www.bloomberg.org/

Moverse en auto es un oxímoron

Moverse en auto es un oxímoron

Muchas veces oímos decir: “me muevo en auto”, pero ¿qué es moverse, si no es poniendo en funcionamiento nuestro cuerpo? Pensemos juntos.

Hace algún tiempo alguien me ha dicho que quizás debiéramos diferenciar el concepto de transporte del de movilidad, y eso me hizo reflexionar sobre este tema. Si bien pueden parecer decir lo mismo desde lo estrictamente técnico, en la realidad la movilidad está relacionada más con el movimiento físico de las personas que con el transporte.

Las personas se mueven poniendo su cuerpo en funcionamiento, de diferentes maneras, como ser caminando o pedaleando, pero no se mueven en auto, tren o bus, sino que se transportan en ellos, se trasladan usando un medio que por acción de empuje mecánico de un motor hacen que esas personas se trasladen de un lugar a otro.

Resulta lógico pensar que dentro de un auto no nos movemos, no solo porque no utilizamos nuestro cuerpo para hacerlo, sino que es el auto quien nos traslada hacia nuestro destino. Entonces ¿por qué llamar movilidad a algo que no nos mueve, sino que nos transporta?

Por esta razón es que se empezó a utilizar el concepto de movilidad activa, para diferenciarse, pero que en realidad sería una obviedad, ya que al hablar de movilidad en general nos estaríamos remitiendo al hecho de poner nuestro cuerpo en movimiento.

Hoy las ciudades requieren de más espacio para movernos. Mas del 70% del espacio público está destinado al transporte motorizado y principalmente al auto particular, y a raíz de esto no podemos seguir pensando en movilidad si tan solo tenemos apenas el 30% de ese espacio destinado solo para las personas, ya sea para aquellas que caminan como para quienes andan en bicicleta o se mueven en medios alternativos como sillas de ruedas o dispositivos de micromovilidad.

Moverse en auto es un oxímoron”, no es solo una frase descolgada del aire, es una afirmación certera que tiene su propio sustento en la observación del ecosistema urbano que podemos hacer cada uno de nosotros. El auto te transporta de un lugar a otro, es cierto, pero no nos movemos con el, sino que nos trasladamos en el.

Quizás para algunas personas pueda parecer ridículo detenerse en hacer esta diferenciación, pero para quienes se preocupan e interesan en construir ciudades a escala humana es importante pensar en la movilidad como concepto de movimiento y no necesariamente como transporte.

Las ciudades evolucionan y los conceptos relacionados con ellas también, no solo debido al pensamiento activo de las personas, sino a la necesidad intrínseca que nos presenta la problemática del movimiento urbano moderno y en ese recorrido creamos nuevos espacios de reflexión y debate donde se genera una sinergia que ayuda a entender mejor lo que decimos cuando hablamos de movilidad y cuando queremos darle un significado diferente a cada palabra.

Nos movemos accionando mecanismos corporales que nos transportan a algún lugar. Eso es movilidad.

La verdad incómoda (no es una advertencia, es un llamado a la reflexión)

La verdad incómoda (no es una advertencia, es un llamado a la reflexión)

Mueren entre 10 y 15 personas por día en Argentina a causa de siniestros viales y mucha gente desconoce este dato, y la razón es muy sencilla de deducir, no se habla del tema en los grandes medios masivos de comunicación, y el asunto solo queda circunscripto a pequeños nichos que si se interesan y preocupan por esta problemática y que a mucha gente desvela.

Naturalizamos constantemente estas muertes evitables, como parte de nuestras vidas. La radio, la televisión e importantes portales de internet las presentan como noticia, pero no como consecuencia de conductas irresponsables que debemos corregir para evitar justamente todas esas absurdas muertes, y los gobiernos solo gastan dinero en estadísticas, muchas de ellas de difícil interpretación o poca fiabilidad.

Como sucede cada día, salimos despreocupadamente a la calle y no prestamos la debida atención a lo que sucede a nuestro alrededor y damos paso a que la violencia vial se adueñe de las calles, casi sin darnos cuenta, e inconscientemente contribuimos a alimentar una cultura que daña nuestro entorno, el de todos, el que inexorablemente nos toca compartir.

Duele a veces decirlo, y molesta escucharlo, pero somos nosotros mismos quienes permitimos que esto suceda, porque nos internamos en esa estúpida idea de que “son cosas que pasan”, pero nunca nos preguntamos por qué pasan, y seguimos camino y otra muerte sucede a nuestra espalda.

Creemos que nunca nada nos va a pasar, que siempre es otro el que sufrirá las consecuencias de nuestra conducta irresponsable, y es en ese punto donde quiero detenerme para reflexionar sobre lo que pasa en nuestra cabeza cuando decidimos exceder un límite de velocidad, o cruzar un semáforo en rojo, o circular de contramano, o conducir de forma temeraria o subirnos a un vehículo en estado de ebriedad. Somos nosotros mismos que no tomamos conciencia sobre las consecuencias de nuestros actos, todos actos conscientes y claramente evitables. Es lo que equivocadamente elegimos hacer y el resultado es nefasto.

Nos incomoda hablar sobre este tema, y ¿por qué nos pasa eso? Esta pregunta es un disparador que abre el debate y que nos obliga a reflexionar sobre nuestra historia cultural, que a través de los años nos ha puesto en un lugar del que nos cuesta salir, por diferentes mandatos, pero que claramente no nos han hecho mejores. Nada ha mejorado.

Los vaivenes económicos y socio-políticos en el mundo, la industria despiadada y la codicia entre muchos otros factores, son también en cierta medida responsables de la cultura de lo efímero. Así hemos crecido, así nos han adoctrinado y así fuimos transmitiendo culturalmente de generación en generación la necesidad de preponderar lo material por sobre lo espiritual, sin medir las consecuencias.

Sabemos que la solución no es fácil y ni siquiera está cerca, sabemos que no es sencillo cambiar culturalmente a una sociedad que está impregnada de consumismo y que le cuesta desprenderse de esos mandatos que fueron horadando los cimientos de cada persona hasta fragilizar las almas, al punto de no poder controlar ciertos impulsos que nos sitúan en un lugar de desprotección que debemos apuntalar.

¿Qué pasaría si decidiéramos boicotear a la industria automotriz y dejar de comprar autos? Por cierto, una propuesta utópica, pero de eso se trata todo esto, de ir buscando un camino que nos ponga a trabajar en una sociedad menos preocupada por el consumismo salvaje, sin necesidad de llegar más rápido a todos lados, una sociedad más tolerante, donde reine el respeto y la empatía, donde se valore la vida por sobre lo material. Una sociedad que pueda despojarse de mandatos rancios y obsoletos, de otras épocas que nos han puesto en un lugar incómodo.

Hacen falta más campañas de concientización, más políticas públicas relacionadas con la prevención, más y mejor infraestructura vial, mejores leyes que acompañen ese cambio cultural que priorice a las personas por sobre lo material. Necesitamos gobiernos con coraje y compromiso para afrontar el embate del poderío económico y que nos los incomode la verdad.

La verdad no es tan incómoda. La verdad es la herramienta que nos permite ver con claridad el problema y nos facilita encontrar la solución, y es por eso que tenemos que hablar todo el tiempo sobre lo que nos pasa como sociedad y sobre la forma en la que nos comportamos, aunque a algunos les resulte aburrido, porque es peor el dolor de seguir perdiendo gente que eligió vivir.

En la bici va una vida

En la bici va una vida

Hoy en la ciudad de Buenos Aires, como en todo el país, estamos padeciendo un alto nivel de siniestralidad vial que se está llevando absurdamente cada día la vida de ciudadanos/as que salen de sus casas para ir a trabajar, estudiar, a hacer compras y moverse de un lado a otro, caminando o en bicicleta.

En los últimos 40 días han fallecido al menos 3 personas que circulaban en bicicleta por la ciudad, atropelladas por conductores indolentes, desaprensivos y carentes de humanidad alguna, y eso motivó fuertemente la necesidad de los colectivos ciclistas de la ciudad a que hoy nos convoquemos en memoria de esas personas y de todas aquellas que hoy ya no están entre nosotros, pero que dejan su palabra y su presencia a través de nuestro testimonio y del imborrable recuerdo de sus familias y amistades.

Sofía, José, Susana, Manuel, Marcela, Franco, Joel, Pablo, Martina, Kevin, solo por nombrar algunas de las personas a las que les han arrebatado la vida y muchísimas más en todo el país que han dejado marcado un profundo dolor en cada uno de nosotros luego de haber partido absurdamente.

Queremos decirle a la sociedad toda, a quienes nos gobiernan hoy y nos gobernaran mañana, que no estamos acá solo para reclamar y elevar nuestras consignas, sino también para decirles que estamos a disposición para trabajar activamente en políticas públicas que garanticen nuestro derecho a movernos de forma segura, porque no se puede construir una movilidad segura, saludable e inclusiva sin la participación activa de la sociedad civil.

Somos la herramienta que se necesita para mejorar, para hacer las cosas bien, pero con coraje, compromiso y determinación, no hay otro camino, porque si van a hacer todo a mediatinta le estarán fallando no solo a quienes ya no están, sino también a sus familiares, amistades y a quienes todavía luchan por sobrevivir en una ciudad que todavía no mostró señales serias, concretas y tangibles de querer estar mejor.

Queremos más y mejor infraestructura ciclista que acompañe el desarrollo y crecimiento urbano y que a la vez nos garantice poder movernos de forma cómoda y segura.

Queremos espacios seguros donde caminar no sea una aventura salvaje, sino un disfrute saludable.

Queremos que se incorpore el sobrepaso seguro de 1.5m en la Ley Nacional de Tránsito y que todos adhieran, por el bienestar y seguridad de quienes andamos en bicicleta.

Queremos más y mejores controles y sanciones más severas para quienes deciden infringir la ley y en su loco camino arrebatarle absurdamente la vida a otra persona que eligió vivir.

Queremos más vida, más amor, más encuentro y así lograr una sana convivencia vial.

Por favor siempre recuerden que EN LA BICI VA UNA VIDA y venimos a decir BASTA DE VIOLENCIA VIAL.

¡MUCHAS GRACIAS!

Buenos Aires elige

Buenos Aires elige

En unos días más en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se elegirán a los/as candidatos/as a Jefe/a de Gobierno en la preliminares, con vista a las elecciones generales que se realizarán en octubre, y esto me motiva a repasar un poco las propuestas que tienen los/as candidatos/as con intenciones de gobernar la ciudad los próximos cuatro años.

Ya saben que lo mío es el ciclismo urbano y la movilidad activa en general con un enfoque netamente humano y en la antípoda del transporte particular motorizado.

Entonces me centré en revisar que propuestas tienen los/as candidatos/as para mejorar la movilidad y el transporte en la ciudad, y para mi sorpresa, en general lo que proponen es quedar bien con todos en detrimento de mejorar la calidad de vida de todos. Voy a desarrollar un poco más mi concepto.

La ciudad hoy como la vemos está bastante más cambiada de lo que fue hace 20 o 30 años e incluso más aún. Se han hecho cosas nuevas, se han mejorado muchas otras, muchas cosas no se han hecho y otras tantas se han hecho mal.

El problema es que cada uno/a viene con su libreto, que bien o mal tienen implícita cierta ideología, y aunque cuando hablamos de movilidad o transporte no deberíamos pensar en ideologías, ese no sería un problema si la ideología aplicada se usara en función de aquello que mejore la calidad de vida de las personas y no solo en satisfacer los caprichos de un puñado de ombligos.

Dicho esto, creo pertinente aclarar que toda propuesta que este orientada a sostener una cultura enfocada en una movilidad obsoleta, insegura, contaminante y sucia, es una propuesta que a priori atrasa evolutivamente y nos hace rehenes de un sistema perverso que nos puso donde hoy estamos.

Es decir, sigue muriendo gente atropellada en las calles, seguimos respirando gases tóxicos, caminamos entre la basura, nuestros oídos ya no resisten el más mínimo incremento y terminamos conformándonos con lo poco que quienes nos gobiernan están dispuestos a sacrificar en detrimento de muchas otras cosas que se deberían hacer para no seguir sufriendo cada vez que nos movemos en la ciudad.

Propuestas como mejorar el transporte público masivo, incentivar el uso de la bicicleta con infraestructura cómoda y segura, generar mas espacios verdes y recreativos, mejor conectividad intermodal (bus, subte, tren, bicicleta y auto), desincentivar el uso de transporte contaminante impulsando el uso de energías renovables, mejorar la seguridad vial con controles activos mas eficientes y con sanciones más severas y de firme cumplimiento. Las calles deben ser un lugar de encuentro y disfrute, y no de padecimiento.

Esto no es una proclama proselitista, muy alejado de eso, es solo un llamado de atención para quienes tienen intenciones de gobernar la ciudad y que sepan que cualquier cosa que quieran hacer debe ser con todos y para todos, porque si hacen cosas seguras, saludables y no contaminantes, todas la personas van a vivir mejor, incluso aquellas que se han quedado culturalmente en el siglo pasado.

Si el objetivo de las propuestas es quedar bien con todos, déjenme decirles que no van a lograr mejorar la calidad de vida en la ciudad, sino que seguirán fomentando una cultura que ha quedado manifiestamente rancia y fuera de época.

El diálogo, el consenso, el trabajo colectivo y la participación activa de la ciudadanía, son herramientas fundamentales para la construcción de un entorno urbano que nos permita vivir mejor, más cómodamente y seguros y dejar de padecer cada vez que salimos a la calle y no saber si vamos a volver ni cuándo.

Que sirva esto como reflexión para quienes trabajan en las propuestas que permitan transformar realmente a la Ciudad de Buenos Aires en un lugar más limpio, seguro, saludable y sustentable.

No estamos dispuestos a seguir sosteniendo una vida sojuzgada por el destrato, la falta de respeto, la contaminación y la inseguridad.

Gracias.

Dos ruedas

Dos ruedas

Solo eso necesito para escribir esta nota.

Ya he hablado y escrito bastante sobre la bicicleta, sobre casi todos los aspectos inherentes a su uso responsable y de los irrefutables beneficios que aporta al bienestar general de las personas, lo cual no significa que vaya a dejar de hablar de todo esto, pero hoy me mueve otro aspecto de ella.

Quizás a lo que deba darle más desarrollo es a la importancia que tiene la bicicleta como herramienta para transformar la forma de movernos en nuestras ciudades, y eso es algo que desde lo cultural no está incorporado naturalmente y en lo cual debemos trabajar mucho, no solo desde el sector público, sino también desde la sociedad civil que con su lucha tiene en sus manos la importante tarea de transformar las voluntades, o al menos de intentarlo.

La responsabilidad de que la bicicleta no forme parte fundamental del cambio, no solo es de los gobiernos, sino también de las personas que pudiendo pensar positivamente de qué manera la bicicleta puede ser una mejor opción de movilidad, se quedan girando en círculos dentro de su “zona de confort”, su burbuja, argumentando que no se puede hacer todo en bicicleta, y en realidad lo que están haciendo sencillamente es que esa “zona de confort”, no solo deje de serlo, sino que a su vez forme parte fundamental del problema.

En cierta medida, no se puede hacer todo en bicicleta, pero si casi todo, y si miramos a la bicicleta, no como única solución, sino como parte integral y complementaria de un sistema de transporte que les permita a las personas optar por el uso de la bicicleta, estaremos cambiando un paradigma de movilidad que por más de cien años nos ha metido en la cabeza como la panacea, y que hoy lamentablemente nos hunde en un mar de dificultades.

En este sentido, el transporte público masivo debe considerar a la bicicleta como su complemento natural, y la infraestructura vial debe estar adecuada a esa necesidad, para que optar por el uso de la bicicleta sea algo natural y donde nadie deba pensar en usar su auto particular para quedar atrapado en el transito por horas, con el nivel de estrés por las nubes, con el gasto habitual que eso representa, con la inevitable generación de un ambiente viciado que respiramos todos, y lleno de peligros propios de un modo de transporte que ha dominado las calles por décadas sin control, porque el peligro no son las personas, sino las personas en auto.

La movilidad de las personas debe pensarse desde lo humano (aunque suene redundante y paradójico), y de qué manera podemos hacer que la vida sea más fácil a la hora de movernos y que eso deje de ser una tortura y transformarse en un disfrute. Para llegar a ese nivel de transformación que mejor que poder movernos activamente, con todo lo que eso representa para la salud y para una mejor calidad de vida.

Cuando digo que la bicicleta forma parte de la solución, lo que intento decir es que la herramienta esta y solo tenemos que usarla eficientemente. Sin embargo, hay algo insoslayable, no podemos reclamar que las personas usen más la bicicleta si no le damos los recursos necesarios y suficientes para que elija usarla. Transporte público masivo e infraestructura vial deben estar a la altura de las circunstancias (guarderías, carriles exclusivos, controles y un conjunto de leyes que estén alineadas más con la movilidad activa que con el devenir incesante del vehículo motorizado).

Quiero que el mundo se mueva en bicicleta, pero más quiero que se use menos el auto. El concepto es claro, no vas a llegar tarde por culpa del tránsito, sino por haber elegido el vehículo equivocado. La próxima vez que tengas que salir de tu casa piensa un minuto sobre de que otra forma podrías moverte y así contribuir, aunque sea mínimamente, a que la movilidad y el transporte dejen de ser una pesadilla.

No todo se puede hacer en bicicleta, pero cuanto más podríamos hacer con ella si tuviéramos lo necesario para hacerlo, solo es cuestión de proponérselo e intentar ese cambio cultural que nos debemos. Empecemos hoy desde lo individual.

Gracias por permitirnos este espacio de reflexión que tanto necesitamos.

¿Para qué sirven las normas de tránsito?

¿Para qué sirven las normas de tránsito?

En todo país existen leyes y normas que reglamentan y regulan de alguna manera la circulación de vehículos y personas en la vía pública, y de esa manera intentan buscar ordenar el tránsito y preservar la seguridad de las personas, pero no siempre lo logran. ¿Qué ocurre cuando alguna de esas normas, nos ponen en zona de riesgo o atentan directa o indirectamente contra nuestra integridad física?

Todos somos peatones gran parte del día, muchos/as andan en bicicleta, una gran mayoría usa el transporte público y otras personas usan el auto particular, y es ahí donde voy a detenerme para darle marco a esta nota, ya que al menos en Argentina, la ley nacional de tránsito en general tiene un enfoque dirigido más a la circulación motorizada que a la circulación a escala humana si consideramos que lo que debe primar es la persona por sobre todas las demás cosas.

Esta concepción del tránsito y su regulación deja algo desprotegidas a las personas en general, pero más precisamente a quienes optan por la movilidad activa, es decir, quienes caminan, andan en bicicleta o presentan alguna discapacidad motriz, por citar solo algunas de todas formas posibles de movilidad activa que podamos encontrar. Todas esas personas no tienen otra protección más que su cuerpo.

En este sentido me pongo como ejemplo. Me muevo habitualmente en bicicleta y para hacerlo debo respetar normas que fueron creadas en cierta medida para la regulación y el ordenamiento del tránsito motorizado, y he aquí el problema, mi bicicleta no es un vehículo motorizado y solo se mueve por el impulso que le da mi cuerpo, es decir que ciertas normas no deberían aplicarse tal como son si lo que queremos es buscar equidad y no igualdad en el tránsito.

Lamentablemente hay mucha gente que plantea el hecho de que la ley es la ley y hay que respetarla como tal porque ese es el mandato y no les importa si caminas, andas en bicicleta o conducís un auto, para esas personas somos todos iguales ante la ley, pero ese concepto de igualdad aplicado al tránsito no es del todo feliz porque, si bien estoy de acuerdo con que la ley hay que respetarla, no es lógico tener que ponerme en peligro si puedo evitarlo, aún si tengo que infringir una norma, siempre y cuando esa decisión no afecte a otras personas ni las ponga en riesgo. No debo infringir la ley si eso puede causar un daño.

Siendo una persona responsable evalúo el riesgo potencial antes de tomar una decisión, porque no hay peor acción que la que pueda causar un siniestro vial a raíz de un acto irresponsable. En ese sentido respetar ciertas normas de tránsito depende muchas veces del riesgo al que estoy sometido respetándolas.

¿Qué ocurre cuando algo esta prohibido por considerarse peligroso, pero el peligro no está intrínseco en esa prohibición sino en actos irresponsables? ¿Entrenar en bicicleta por una autopista es peligroso? ¿Peligroso para quien y por qué? Siempre surge este debate y siempre me gusta debatirlo, porque si miramos bien lo que hace un pelotón de ciclistas o un ciclista individual que solo buscan el terreno propicio y natural para entrenar, la realidad me dice que el peligro no radica en esa simple acción de pedalear en línea recta por el carril de una autopista, sino en las personas que creen que porque una ley dice que está prohibido hacerlo tienen la potestad de hacer cualquier cosa sin importar las consecuencias. Las personas que andan en bicicleta por una autopista saben que esta prohibido hacerlo y conocen perfectamente el riesgo, pero eso sigue sin ser un acto peligroso, en todo caso debemos observar cómo comportarnos arriba de un auto para que esa persona pueda seguir entrenando de forma cómoda y segura, porque no tiene otra forma de hacerlo. ¿Acaso tengo que circular por donde no sea peligroso o tengo que circular por donde necesite hacerlo? Si somos capaces de responder correctamente esta pregunta entonces vamos por el buen camino.

La ley nos exige casco, luces, frenos, espejos retrovisores, chaleco reflectante, elementos reflectantes en casco y bicicleta, guardabarros y timbre o bocina para andar en bicicleta, pero no le exigen lo mismo al peatón, y mientras todo eso sucede fabrican autos más grandes, más pesados, más veloces y encima le ponen vidrios polarizados y los pintan de color negro mate. Hay algo de todo esto que no está funcionando.

La infraestructura vial y la ley de tránsito van de la mano desde hace mucho tiempo y culturalmente nuestra sociedad esta inmersa en un concepto de movilidad obsoleto y rancio que nos aleja ciertamente de tener una movilidad más consciente, saludable, limpia y segura para nuestras ciudades.

Las normas de tránsito no fueron hechas para las personas, sino para que los autos puedan circular con la “libertad” que nos han vendido por décadas y que hoy podemos demostrar que es inexistente, ya que hoy conducir un auto en la ciudad es lo más cercano a la dependencia que podemos encontrar.

Llegó la hora de cambiar esa realidad y mientras esperamos que se construya infraestructura vial a escala humana y se modifique una ley de tránsito hecha para los autos, podemos aportar nuestro granito de arena pensando más en las personas y menos en la fría letra de una ley que dice protegerlas, pero que no lo hace.

Que sirva esto como lugar de reflexión y debate constructivo.

Gracias.

Vivir en la ciudad

Vivir en la ciudad

Hoy no voy a hablar de bicicletas ni de movilidad, sino de lo que representa para mi vivir en la ciudad, aunque de alguna manera ambas cosas han afectado mi vida y mi estrecha relación con Buenos Aires en algún momento, y que en la actualidad forman parte de la experiencia que intento transmitirles.

Nací y me crie en una ciudad del Gran Buenos Aires, con lo que eso representa en términos de desarrollo personal y de la interrelación “persona-entorno” que generé viviendo a unos varios kilómetros de la gran ciudad. Jugar en la calle casi un símbolo de lo que fue mi infancia. Un ritmo de vida muy diferente al que me tocaría vivir unos años más tarde.

Con el devenir de mi adolescencia me mudé junto a mi familia a la Ciudad de Buenos Aires. Una ciudad que no me tomó del todo por sorpresa ya que la conocía bastante bien por tener viviendo ahí al resto de mi familia, abuelos/as, tíos/as y demás, a quienes solía visitar con asiduidad. No obstante, el estar todos los días viviendo el vertiginoso ritmo de la gran ciudad fue cambiando mi perspectiva con respecto a lo que ocurría a mi alrededor cada día y como afectaba eso, directa e indirectamente, mis actividades cotidianas y mi relación con un nuevo entorno urbano que no sería del todo amigable en un principio, pero progresivamente soportable luego.

Muchas cosas iban a cambiar desde el momento que mi familia y yo echamos raíces, por lógica consecuencia al transformar nuestro estilo de vida. Nos instalamos en un edificio de departamentos en calle céntrica que, a diferencia de vivir en una casa, nos obligaba a compartir espacios comunes con gente que a priori era desconocida, pero que formaban parte de la nueva vecindad y a la que deberíamos ir conociendo para estrechar nuevos lazos de convivencia.

La vida fue transcurriendo de forma muy normal, y empecé mi escuela secundaria, a la que llegaba cada día muy temprano en transporte público (colectivo), y aunque la calle era mucho más hostil de la que me tenía acostumbrado, supe aprender la manera de moverme sin que eso representara un riesgo, aunque a decir verdad, el movimiento de personas en la ciudad era vertiginoso y caótico (quizá igual que hoy), muy diferente a lo que me tocaba vivir diariamente en el barrio bonaerense donde me crie, y la circulación de vehículos de todo tipo amenazaba con devorarme en cada esquina. Sin embargo, fui creciendo y aprendiendo lo bueno y lo malo de vivir en la ciudad, porque no todo era un dulce néctar. Con el paso de los años fui dejando mi huella en las calles, que me permitió ir construyendo una nueva identidad urbana en una ciudad con la que hoy me siento sumamente consustanciado.

Han pasado casi más de 40 años desde ese primer encuentro cercano con una realidad más convulsionada y a pesar de toda el agua que ha corrido bajo el puente, siento que ya no podría dejar de vivir en la ciudad, que ya es parte de mí, y yo parte de ella, en una comunión indisoluble. Ese vértigo que me apabulló los primeros años se transformó con el tiempo en la dieta diaria de urbanidad que me ayudó a poder capear el temporal de ruido y cemento.

Hoy vivir en la ciudad representa un desafío que estoy dispuesto a enfrentar para intentar cambiar una realidad que nos golpea con fuerza frente a un crecimiento demográfico desmedido y ese trajinar diario entre autos, camiones, bocinas, smog y el sibilante murmullo de las personas circulando.

Camino o me subo a la bicicleta y ando, de aquí para allá, casi todo parece quedar cerca, conectado y me gusta. Intento descubrir una ciudad diferente cada día, que me permita encontrar la veta donde poder meter el cincel para romper con ese dinamismo urbano endemoniado y que ayude a acercar aún más a las personas, dejando atrás ese manto gris que a veces sentimos que nos cubre al despertarnos.

La ciudad puede parecer gris y aburrida en ciertos aspectos, pero con el paso de los años y un aprendizaje permanente, me he dado cuenta que no depende de la ciudad en sí misma, sino de lo que podamos aportar cada uno de nosotros como ciudadanos, para que vivir en la gran ciudad no sea un padecimiento, sino un disfrute.

Movernos sustentablemente, activar estilos de vida más cercanos a las personas y construir espacios que nos hagan sentir mejor, son algunas de las cosas que podemos hacer para transformar la ciudad en un lugar maravilloso para vivir.