Sabemos que en sus comienzos las ciudades fueron diseñadas para las personas, pero el avance y desarrollo de la industria automotriz fue dejando a un lado el espacio que supimos ganarnos y que nos fue arrebatado irracionalmente. Hoy queremos volver con fuerza a tener una ciudad diseñada para dar satisfacción a todos y cada uno de nosotros, y relegar el desarrollo de la industria automotriz. ¿Una utopía? Quizás, pero nada que no se pueda hacer con voluntad, esfuerzo y dedicación.
El diseño urbano debería ser tratado como política de estado, y se le debe dar la importancia que las personas exigen para poder moverse con libertad, confort y seguridad y tenemos muchos factores que lamentablemente afectan directamente el movimiento fluido de personas en las calles.
Las veredas deben tener una estructura tal para que las personas en cualquier situación de movilidad y de cualquier género y edad puedan movilizarse sin inconvenientes, es decir, terreno plano, sin salientes, ni elementos que impidan el libre tránsito seguro. Si por alguna razón se deba desviar la circulación, ese desvío debe seguir dándole prioridad al peatón y darle seguridad para que pueda seguir su camino sin escollos. Las personas de edad avanzada, los niños y principalmente aquellas personas que se ven físicamente impedidas a circular normalmente son las que más sufren los embates de una mala planificación urbana a escala humana.
Los cruces de calzada deben considerar que una persona impedida físicamente pueda cruzar sin demasiado esfuerzo, esto quiere decir que la prioridad de cruce y el tiempo destinado para ese cruce de personas debe estar pensado para ellas y no para los autos. Como ejemplo de una mala planificación urbana podemos mencionar los puentes peatonales que para nada ayudan a los peatones, sencillamente porque no todos los peatones pueden usarlo. Entonces tenemos que pensar en darle un paso a nivel y cortar el transito automotor apropiadamente, sin más.
La iluminación de las calles es otro punto importante que debe analizarse seriamente. La oscuridad es sinónimo de inseguridad en todo sentido. No solo porque una persona puede tropezar con elementos que resultan casi invisibles en entornos de baja visibilidad, sino que también se incrementa el riesgo de que una persona sea asaltada por no haber podido percatarse del peligro que acecha en las sombras.
La accesibilidad es fundamental para darle a las personas la posibilidad de disfrutar de la ciudad en todos sus aspectos, ya sea para trabajar, disfrutar, pasear, visitar, entrar y salir, comer, dormir, y muchas cosas más. Los accesos al transporte público, edificios públicos, hospitales, bancos, hoteles, restaurantes, cines y teatros, etc. deben considerar a todas las personas por igual y darle tratamiento a sus instalaciones de tal forma de permitir la libre y segura circulación de todos aquellos quienes deseen hacer uso de sus espacios.
La señalización peatonal debe tener referencias claras, ya sean gráficas como sonoras, horizontales como verticales, que permitan una fácil orientación a quienes circulan por las calles. Nos encontramos habitualmente con entornos muy agresivos para con quienes se mueven diariamente en la ciudad, eso incluye, no solo a personas que pueden moverse normalmente, sino para quienes más lo necesitan, personas que no oyen, no ven, o se trasladan en sillas de ruedas, o caminan con dificultad o son demasiado jóvenes para interpretar complicados jeroglíficos.
Si seguimos pensando y diseñando la ciudad en función del auto, estamos perdiendo el foco de lo que debemos hacer para darle a la gente lo que la gente necesita. En definitiva muchos están fuera del auto la mayor parte del día, mientras millones circulan por complicadas veredas la mayor parte del día; entonces, ¿por qué no prestarle menos atención al auto y más atención a las personas?
¿No creen que si nos sentamos a pensar el diseño actual de cualquier ciudad veremos rápidamente que las personas estamos definitivamente siendo relegadas a un lugar que nos incomoda?
¿No creen que si los gobiernos dejaran de lado intereses contrapuestos al bienestar de las personas, las ciudades estarían mejor diseñadas y seria placentero y seguro recorrerlas?
¿No creen que todos tenemos el derecho a movernos con libertad por la ciudad?
La respuesta a estas preguntas es: las ciudades no están hechas para las personas.
Recomiendo: Ciudades Para La Gente, de Jan Gehl
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