Yo me pregunto… (por favor agrega tu pregunta)

Yo me pregunto… (por favor agrega tu pregunta)

Cada día pienso en cómo se vería mi ciudad si de verdad las personas cambiáramos culturalmente sobre la forma en la que nos movemos, y pienso, y me pregunto…

¿Entenderán realmente quienes nos gobiernan cual es la demanda ciudadana?

¿Será que nos debemos una auto-crítica lo suficientemente dura para darnos cuenta de lo que tenemos hacer y lo que estamos haciendo mal?

¿Será que debemos proponernos vivir a otro ritmo, calmar la actitud, suavizar la conducta?

¿Será suficiente decir que el auto está matando a la ciudad, sin ni siquiera pensar en dejarlo en casa?

¿Qué intereses podrían estar comprometiendo el accionar de nuestros gobernantes?

¿Qué dinámica de acción deberemos tomar para que consigamos reconocer que el problema y la solución están en el mismo lugar?

¿Qué mecanismos simples de disuasión deberemos implementar en nuestra vida diaria para poder movernos mejor?

¿Tendremos la capacidad de interpretar fielmente los problemas para encontrar las soluciones?

¿Podremos darnos cuenta del daño que provocamos, si no comprendemos nuestras acciones negativas?

¿En qué momento hemos cambiado el rumbo? ¿Alguna vez lo cambiamos? o ¿simplemente nunca tomamos el camino correcto?

¿Cuál es el camino correcto?

¿Llegaremos a cumplir el objetivo que nos estamos trazando?

¿Estaremos haciendo bien las cosas con eso de incentivar el uso de medios de movilidad sostenibles?

¿Educaremos apropiadamente a las futuras generaciones para que por lo menos ellos puedan disfrutar de lo que para nosotros hoy es apenas una pequeña luz en el horizonte?

¿Seré lo suficientemente anciano algún día para poder ver todo esto con claridad?

¿Podremos tener una ciudad sin autos?

¿Podremos tener una ciudad sin autos?

Dejemos de lado por un rato lo utópico que puede resultar esa idea.

Que les parece viajar un poco en el tiempo hacia el futuro e imaginar tu ciudad sin autos, pero no abramos un debate sobre el enorme poder que hoy tiene la industria automotriz para impedir que eso suceda.

Sabemos que las ciudades están saturadas de autos y muy poco se hace hoy para que el número de autos que ingresan a las grandes urbes se vea reducido drásticamente, por lo menos en el corto plazo.

Hay muchos factores que afectan directamente cualquier política de estado que intente detener el avance del auto sobre las ciudades, pero también hay muchas maneras de lograrlo sin que casi se note, y a largo plazo poder generar conciencia en la gente y un cambio cultural sobre las formas sostenibles de movilidad que favorecerían enormemente la vida de las personas.

El desarrollo sostenible del transporte público masivo es fundamental para que las ciudades puedan tener un sistema de movilidad que permita alternativas más amigables con el medio ambiente y ayuden a reacomodar el tránsito urbano. Por esa razón es que hay que darle más espacio y más y mejores partidas presupuestarias a lo que puede salvar en salud a nuestras ciudades.

Tanto el tren como el subte o metro son medios masivos de transporte que en muchas ciudades están desaprovechados y relegados por intereses que se contraponen al progreso y desarrollo sustentable en lo que respecta a movilidad urbana, y anteponen la difusión del automóvil como medio de transporte cómodo y moderno, cuando en realidad lo que debemos hacer es darle a la gente la opción de usar el transporte público como preferencia, es decir, que quieran usar el  tren o subte porque se viaja mejor, es más rápido y relajado.

Mejorar el transporte público, darle relevancia y ofrecer un servicio de excelencia es el punto de partida para que la ciudad deje de tener ese ingreso masivo de automóviles que hoy tiene, y en ese sentido hoy muchas ciudades de países desarrollados que han sabido canalizar esa necesidad a través de financiamientos apropiados de sectores privados para que tanto el Estado como las empresas puedan articular una importante planificación urbana que beneficie a las personas, y de eso se trata, ofrecerle una mejor calidad de vida a la gente, que el auto no puede darle por la incomodidad que genera sacar un auto a la calle.

Otro pilar fundamental que debemos considerar a la hora de desincentivar el uso y abuso del auto es sin lugar a dudas la facilidad que hoy tienen los autos para ingresar a la ciudad. Las autopistas urbanas no solo ofrecen un ingreso masivo de autos, sino que incrementan el nivel de contaminación del aire que respiramos. Si pensáramos un segundo sobre qué pasaría si dejáramos los autos en las periferias de la ciudad y pudiéramos conectar con trenes y buses, rápidamente llegaríamos a la conclusión de que no solo tendríamos una ciudad saneada ambientalmente sino también protegida de los embates de hordas en cuatro ruedas que constituyen un daño sistemático del espacio público.

Básicamente la idea sería, si tanto te gusta usar el auto, que puedas hacerlo para llegar al centro de trasbordo más cercano y luego conectar con tren, subte o bus hasta tu destino. Eso definitivamente sería un gol de media cancha.

Otra de las formas, la más sostenible de todas, es seguir incentivando y promoviendo el uso de la bicicleta como medio de transporte para distancias cortas. Es decir que hasta podrías usar el auto, seguir en un tren/subte y luego subirte a la bici para llegar a donde vos quieras (muchas ciudades en el mundo ya cuentan con sistemas de bicicletas públicas a las que se puede acceder fácilmente). Eso se llama intermodalidad, y es el sistema integrado de transporte realmente sustentable que necesitan las ciudades para mejorar el tránsito vehicular y poder ofrecerle a la gente más espacio de esparcimiento, de encuentro y recreación, más verde, aire más respirable y condiciones de vida urbana que se acerquen al ideal de ciudad limpia que muchos estamos buscando.

La ciudad sin autos hoy es una utopía, pero soñar no cuesta nada y ayuda a generar ideas que pueden transformar esa fantasía en realidad.

Inclusión, esa palabra olvidada

Inclusión, esa palabra olvidada

Sabemos que en sus comienzos las ciudades fueron diseñadas para las personas, pero el avance y desarrollo de la industria automotriz fue dejando a un lado el espacio que supimos ganarnos y que nos fue arrebatado irracionalmente. Hoy queremos volver con fuerza a tener una ciudad diseñada para dar satisfacción a todos y cada uno de nosotros, y relegar el desarrollo de la industria automotriz. ¿Una utopía? Quizás, pero nada que no se pueda hacer con voluntad, esfuerzo y dedicación.

El diseño urbano debería ser tratado como política de estado, y se le debe dar la importancia que las personas exigen para poder moverse con libertad, confort y seguridad y tenemos muchos factores que lamentablemente afectan directamente el movimiento fluido de personas en las calles.

Las veredas deben tener una estructura tal para que las personas en cualquier situación de movilidad y de cualquier género y edad puedan movilizarse sin inconvenientes, es decir, terreno plano, sin salientes, ni elementos que impidan el libre tránsito seguro. Si por alguna razón se deba desviar la circulación, ese desvío debe seguir dándole prioridad al peatón y darle seguridad para que pueda seguir su camino sin escollos. Las personas de edad avanzada, los niños y principalmente aquellas personas que se ven físicamente impedidas a circular normalmente son las que más sufren los embates de una mala planificación urbana a escala humana.

Los cruces de calzada deben considerar que una persona impedida físicamente pueda cruzar sin demasiado esfuerzo, esto quiere decir que la prioridad de cruce y el tiempo destinado para ese cruce de personas debe estar pensado para ellas y no para los autos. Como ejemplo de una mala planificación urbana podemos mencionar los puentes peatonales que para nada ayudan a los peatones, sencillamente porque no todos los peatones pueden usarlo. Entonces tenemos que pensar en darle un paso a nivel y cortar el transito automotor apropiadamente, sin más.

La iluminación de las calles es otro punto importante que debe analizarse seriamente. La oscuridad es sinónimo de inseguridad en todo sentido. No solo porque una persona puede tropezar con elementos que resultan casi invisibles en entornos de baja visibilidad, sino que también se incrementa el riesgo de que una persona sea asaltada por no haber podido percatarse del peligro que acecha en las sombras.

La accesibilidad es fundamental para darle a las personas la posibilidad de disfrutar de la ciudad en todos sus aspectos, ya sea para trabajar, disfrutar, pasear, visitar, entrar y salir, comer, dormir, y muchas cosas más. Los accesos al transporte público, edificios públicos, hospitales, bancos, hoteles, restaurantes, cines y teatros, etc. deben considerar a todas las personas por igual y darle tratamiento a sus instalaciones de tal forma de permitir la libre y segura circulación de todos aquellos quienes deseen hacer uso de sus espacios.

La señalización peatonal debe tener referencias claras, ya sean gráficas como sonoras, horizontales como verticales, que permitan una fácil orientación a quienes circulan por las calles. Nos encontramos habitualmente con entornos muy agresivos para con quienes se mueven diariamente en la ciudad, eso incluye, no solo a personas que pueden moverse normalmente, sino para quienes más lo necesitan, personas que no oyen, no ven, o se trasladan en sillas de ruedas, o caminan con dificultad o son demasiado jóvenes para interpretar complicados jeroglíficos.

Si seguimos pensando y diseñando la ciudad en función del auto, estamos perdiendo el foco de lo que debemos hacer para darle a la gente lo que la gente necesita. En definitiva muchos están fuera del auto la mayor parte del día, mientras millones circulan por complicadas veredas la mayor parte del día; entonces, ¿por qué no prestarle menos atención al auto y más atención a las personas?

¿No creen que si nos sentamos a pensar el diseño actual de cualquier ciudad veremos rápidamente que las personas estamos definitivamente siendo relegadas a un lugar que nos incomoda?

¿No creen que si los gobiernos dejaran de lado intereses contrapuestos al bienestar de las personas, las ciudades estarían mejor diseñadas y seria placentero y seguro recorrerlas?

¿No creen que todos tenemos el derecho a movernos con libertad por la ciudad?

La respuesta a estas preguntas es: las ciudades no están hechas para las personas.

 

Recomiendo: Ciudades Para La Gente, de Jan Gehl