Dejemos de lado por un rato lo utópico que puede resultar esa idea.
Que les parece viajar un poco en el tiempo hacia el futuro e imaginar tu ciudad sin autos, pero no abramos un debate sobre el enorme poder que hoy tiene la industria automotriz para impedir que eso suceda.
Sabemos que las ciudades están saturadas de autos y muy poco se hace hoy para que el número de autos que ingresan a las grandes urbes se vea reducido drásticamente, por lo menos en el corto plazo.
Hay muchos factores que afectan directamente cualquier política de estado que intente detener el avance del auto sobre las ciudades, pero también hay muchas maneras de lograrlo sin que casi se note, y a largo plazo poder generar conciencia en la gente y un cambio cultural sobre las formas sostenibles de movilidad que favorecerían enormemente la vida de las personas.
El desarrollo sostenible del transporte público masivo es fundamental para que las ciudades puedan tener un sistema de movilidad que permita alternativas más amigables con el medio ambiente y ayuden a reacomodar el tránsito urbano. Por esa razón es que hay que darle más espacio y más y mejores partidas presupuestarias a lo que puede salvar en salud a nuestras ciudades.
Tanto el tren como el subte o metro son medios masivos de transporte que en muchas ciudades están desaprovechados y relegados por intereses que se contraponen al progreso y desarrollo sustentable en lo que respecta a movilidad urbana, y anteponen la difusión del automóvil como medio de transporte cómodo y moderno, cuando en realidad lo que debemos hacer es darle a la gente la opción de usar el transporte público como preferencia, es decir, que quieran usar el tren o subte porque se viaja mejor, es más rápido y relajado.
Mejorar el transporte público, darle relevancia y ofrecer un servicio de excelencia es el punto de partida para que la ciudad deje de tener ese ingreso masivo de automóviles que hoy tiene, y en ese sentido hoy muchas ciudades de países desarrollados que han sabido canalizar esa necesidad a través de financiamientos apropiados de sectores privados para que tanto el Estado como las empresas puedan articular una importante planificación urbana que beneficie a las personas, y de eso se trata, ofrecerle una mejor calidad de vida a la gente, que el auto no puede darle por la incomodidad que genera sacar un auto a la calle.
Otro pilar fundamental que debemos considerar a la hora de desincentivar el uso y abuso del auto es sin lugar a dudas la facilidad que hoy tienen los autos para ingresar a la ciudad. Las autopistas urbanas no solo ofrecen un ingreso masivo de autos, sino que incrementan el nivel de contaminación del aire que respiramos. Si pensáramos un segundo sobre qué pasaría si dejáramos los autos en las periferias de la ciudad y pudiéramos conectar con trenes y buses, rápidamente llegaríamos a la conclusión de que no solo tendríamos una ciudad saneada ambientalmente sino también protegida de los embates de hordas en cuatro ruedas que constituyen un daño sistemático del espacio público.
Básicamente la idea sería, si tanto te gusta usar el auto, que puedas hacerlo para llegar al centro de trasbordo más cercano y luego conectar con tren, subte o bus hasta tu destino. Eso definitivamente sería un gol de media cancha.
Otra de las formas, la más sostenible de todas, es seguir incentivando y promoviendo el uso de la bicicleta como medio de transporte para distancias cortas. Es decir que hasta podrías usar el auto, seguir en un tren/subte y luego subirte a la bici para llegar a donde vos quieras (muchas ciudades en el mundo ya cuentan con sistemas de bicicletas públicas a las que se puede acceder fácilmente). Eso se llama intermodalidad, y es el sistema integrado de transporte realmente sustentable que necesitan las ciudades para mejorar el tránsito vehicular y poder ofrecerle a la gente más espacio de esparcimiento, de encuentro y recreación, más verde, aire más respirable y condiciones de vida urbana que se acerquen al ideal de ciudad limpia que muchos estamos buscando.
La ciudad sin autos hoy es una utopía, pero soñar no cuesta nada y ayuda a generar ideas que pueden transformar esa fantasía en realidad.