Si me preguntan como me muevo por la ciudad, les digo que me muevo en bicicleta, y eso automáticamente dispara otras varias preguntas que se relacionan directamente con la comodidad y la seguridad.

Andar en bicicleta no es difícil, y todas las personas pueden hacerlo. Andar en bicicleta es inclusivo, ya que no distingue ni edad, ni origen racial, ni género ni condición social alguna, ni siquiera las capacidades físicas de una persona impiden que pueda andar en bicicleta, porque sabemos que hay bicicletas adaptadas para casi cualquier tipo de dificultades físicas, incluso gente no vidente podría andar en bicicleta con el acompañamiento adecuado.

Yo adopté la bicicleta desde hace ya algunos años como mi modo de transporte diario para ir a trabajar (“commuting” es su traducción al idioma inglés) y es algo de lo que no me arrepiento en absoluto e intento transmitirlo toda vez que puedo.

Al principio fue algo complicado arrancar porque había circunstancias climáticas y de infraestructura que me hacían dudar sobre las posibilidades de moverme en bicicleta por una ciudad complicada, pero con el paso del tiempo, mi voluntad, y con unas ganas enormes de querer hacer algo diferente por mi ciudad, es que fui encontrando la forma de ir resolviendo esos enigmas y “complicaciones” a la hora de subirme a la bicicleta. Encontré mi ritmo, la ropa adecuada para cada necesidad y los lugares por donde circular dependiendo del día y la hora. Todo eso me permitió conocer más y mejor la ciudad y sus rincones.

Y así fue que con cada día me fui dando cuenta que el agua era solo eso, que no cae acido del cielo, que no somos de azúcar, que si hace frio me abrigo y si hace calor voy fresco, que la calle es la misma para todos y que tenía la libertad de ir por donde me llevaran mis dos ruedas, siempre haciéndolo con respeto y empatía, porque entendí que esa era la única manera de usar la bicicleta y promover su uso, más allá de todo lo que ella nos ofrece desde su nobleza, su simpleza y su inmensa capacidad para brindarnos felicidad.

La bicicleta me ofreció un sinnúmero de posibilidades para conocer gente, para ver la ciudad con otros ojos, para sentir que podía moverme con comodidad, sin pérdidas de tiempo, ahorrando dinero, y permitiendo que mi cuerpo entendiera las bondades del ejercicio físico, que no es poco a la hora de hablar de la bicicleta como un incentivo para mejorar nuestra salud y llevar nuestro cuerpo y nuestra mente a otro nivel.

Para andar en bicicleta no se requiere de habilidades extremas, ni de mucho dinero, ni de grandes obras de infraestructura, sino de tener ganas de movernos de forma eficiente, económica, liviana, limpia y segura.

Todos podemos andar en bicicleta, aunque creamos que hay algo que nos pueda doblegar, lo importante es conseguir que la mente acompañe esas ganas de querer subirnos a la bici y empezar a transitar el cambio, porque creo que tenemos en la bicicleta una herramienta que nos da el poder suficiente para lograr que la ciudad sea un lugar que podamos disfrutar, solo o en familia, con amigos, para ir a trabajar o a estudiar, o hacer compras, o simplemente pasear.

Ahí nos encontraremos, andando en bici, porque el espacio ya existe, solo hay que hacerlo nuestro.

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