Vuelta Olímpica en bicicleta – Buenos Aires 2022

<strong>Vuelta Olímpica en bicicleta – Buenos Aires 2022</strong>

Deje pasar algunos días para bajar el nivel de adrenalina que me provocó este evento multitudinario en Buenos Aires y poder escribir con mas calma mis impresiones personales.

Este año me anoticié del evento, que en realidad ya estaba en su segunda edición, lo que me pareció una idea brillante, y que consistía en dar la vuelta completa a la ciudad por sus límites. Fueron aproximadamente 70 kilómetros, pasando por más de 20 barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un paseo, para todos, totalmente inclusivo y amigable con el medio ambiente.

Al enterarme de este evento supe de inmediato que iba a ser un éxito, que no podía fallar, no solo porque detrás veía que había muchas ganas de hacerlo y una voluntad que superaba todas mis expectativas, y es ahí que empecé a ponerle toda mi atención, y hasta me puse a disposición para colaborar en lo que pudiera para ser parte de un evento ciudadano que seguramente iba a ser el disparador de algo mucho más grande, iba destinado a transformarse en un hito para el ciclismo urbano de la ciudad.

De hecho, el resultado fue increíble. No sé si fueron 300, 5000 o 10000 ciclistas los que participaron, lo cierto es que la convocatoria fue enorme e impecable la organización. No hubo fisuras, no hubo problemas, no hubo grandes incidentes, la gente se comportó civilizadamente, todos contentos, con sonrisas que no entraban en la cara de nadie.

Cuando la sociedad civil se ordena y se convoca de forma organizada con un propósito definido, el resultado siempre va a ser positivo y en este caso, sucedió lo que esperaba que sucediera, la gente participó masivamente, de forma ordenada, pacifica, con alegría, vinieron familias, gente de diferentes partes del país, organizaciones, grupos ciclistas y empresas que quisieron decir presente. Todos de alguna manera contribuyeron al éxito de esta convocatoria.

Esta Vuelta Olímpica tiene un propósito. Buenos Aires, como cualquier otra capital del mundo, tiene serios inconvenientes con el tránsito vehicular, que por momentos es agotador y violento y que padecemos cada día. ¿Por qué no tener en Buenos Aires un espacio en la calle dedicado a la recreación para que más gente pueda disfrutar del espacio público sin riesgos? Si grandes capitales del mundo lo tienen, nosotros no somos menos y podemos también lograrlo.

Las calles recreativas, como comúnmente suelen llamarse a estos espacios de convivencia no motorizada, suelen brindarle a la sociedad un remanso entre tanta violencia y tanto ruido, y en ese camino es que la comunidad ciclista se agrupa y se alza para reclamar por esos espacios, y que en definitiva va mucho más allá de promover el uso de bicicleta, sino de buscar más profundamente la forma de que las personas puedan tener al menos una vez al mes un lugar en la ciudad donde poder disfrutar al aire libre, sin ataduras y sin riesgos, aprovechar de un momento de tranquilidad para andar en bicicleta, correr, sentarse a disfrutar del aire, conversar, comer, hacer deportes y ejercicio. Eso es lo que buscamos.

En diciembre de 2021 se aprobó la Ley 6472 que establece el 22 de septiembre como el Dia Sin Auto, ya que en esa fecha se celebra mundialmente y a la que la ciudad adhiere oficialmente, además de establecer que el 3er domingo de cada mes de destinen zonas de la ciudad para fomentar la movilidad activa y que se delimiten calles recreativas para que puedan ser disfrutadas por las personas.

Ya creo haberlos aburrido hablándoles muchas veces sobre los beneficios que genera la movilidad activa, pero siempre es un buen momento para recordarlo y concientizar a las personas sobre la importancia que tiene empezar a ver la movilidad urbana a escala humana, y para eso es fundamental lograr tener ese espacio seguro que nos permita usarlo como herramienta de pacificación y socialización.

La Vuelta Olímpica vino para quedarse y permitirnos tomar la fuerza que nos empuje para que el próximo año este evento masivo tenga proporciones bíblicas. ¿Exagero? No. Con tan poco hemos logrado tanto este año, que no es exagerado pensar que el 2023 nos encontrará cortando la Av. General Paz para dar paso a la felicidad, porque la felicidad viaja en bicicleta.

Un camino diferente

<strong>Un camino diferente</strong>

Cuando empecé a andar en bicicleta tenía mi escala de valores bastante acotada y distorsionada, era primero mi Dios, después mi bici y yo y luego el resto. Pasó el tiempo, pasaron cosas, fui y vine muchas veces y después de pensarlo un poco decidí que era un buen momento para comprarme una cámara de video y así poder registrar todo lo que me pasaba mientras me movía en la ciudad, la vida real, y no esa fantasía que recorría mi cabeza.

Al principio gritaba mucho, insultaba a los cuatro vientos, discutía con cada persona que me cruzaba, tocaba bocina como loco, me hacía problema por todo, pero la bicicleta me fue mostrando la ciudad como ningún otro modo de transporte lo había hecho, incluso ni siquiera caminando, ayudado por la misma vivencia y secundado por mi registro “cinematográfico”.

La bicicleta me fue marcando un camino, que me costó entender, pero fui analizando cada situación, cada momento vivido y padecido, y empecé a notar que estaba adoptando conductas inapropiadas, irrespetuosas, siendo descortés, generando reacciones que en mi eran impensadas. ¿La bici estaba modificando mi personalidad? No. Solo estaba mostrándome por donde no debía ir. Eso activó mi necesidad de hacer algo al respecto, y en ese sentido lo mejor era empezar a reconstruir mi perspectiva sobre la ciudad en la que vivía, entender cuál era mi espacio, donde ubicarme frente al peatón y frente a los automovilistas y el resto del entorno, cuales eran mis derechos y mis obligaciones y que cosas ponían en riesgo mi vida frente a todo lo que me rodeaba, porque empecé a entender que no estaba solo.

Si bien supe desde un principio que empezar a andar en bicicleta iba a generarme la necesidad de aprender a moverme en el tránsito loco de la ciudad de Buenos Aires, también me inspiró a tener más empatía y respeto para con los/as más vulnerables y modificar la forma de interrelacionarme con el entorno.

La ciudad de Buenos Aires no es fácil, nunca lo fue, aunque hoy con algo más de experiencia puedo decir que casi la tengo dominada, más allá de circunstancias que exceden mi capacidad de control y eso me pone alerta todo el tiempo. Sin embargo, estar alerta no es tener miedo. Todo lo contrario, estar alerta me ayuda a mantener mi cabeza bien dentro del ecosistema urbano que muchas veces te golpea y te mantiene en funcionamiento todos los sentidos.

Desde hace algunos años que vengo luchando desde mi humilde espacio, por una ciudad más segura, limpia, saludable e inclusiva, donde todos puedan experimentar lo mismo que yo, y de esa experiencia incorporar todo lo bueno y transformar todo lo malo, porque creo que de lo malo también se aprende y de lo malo se pueden hacer cosas buenas, generar ideas y proyectos y sostener una lucha que nos permita en algún momento mejorar nuestra calidad de vida.

La experiencia es aprendizaje, no se puede concebir una cosa sin la otra, pero lo interesante de eso es buscar la mejor experiencia, la que te ayude a valorar todo aquello que no genere externalidades negativas y en ese sentido la movilidad activa viene a ocupar ese espacio. Un espacio que debemos apropiar para darle una identidad que pueda multiplicarse, porque no hay nada mejor que multiplicar lo bueno.

Yo hice camino, lo viví, lo aprendí e intenté transformarlo de tal manera de hacerlo mío, propio, en mi beneficio, y no por querer se egoísta, sino porque considero que hacerlo mío y bueno, sería igual de bueno para muchos. La bicicleta logró hasta mejorarme como automovilista y eso no es poco.

Se puede tener empatía sin importar la forma en la que te muevas, pero es muy importante empezar por movernos a escala humana para que el nivel de empatía crezca con nosotros.

Un camino diferente es el titulo de esta nota, un camino diferente es aquel que no conocemos y aprendemos a transitarlo.