Ya han pasado diez años desde que volví a andar en bicicleta después de muchísimo tiempo, y esto coincide, casualidad o no, con los diez años que en abril cumple el movimiento 30 Días en Bici, y casualidad o no que sea yo quien lo represente para Buenos Aires.
Tengo mucho para hablar sobre mis experiencias en la bicicleta, y mucho de lo que ya he hablado muchas veces, pero siempre es bueno volver a recordarles todo lo que la bicicleta me ha dado y todo lo que le queda por darme en los años que me queden.
Allá por el 2013 decidí empezar a moverme por la ciudad en bicicleta, considerando que las distancias que tenía que recorrer habitualmente estaban dentro de un rango aceptable para una persona como yo, casi sin experiencia y que quería ir ganando confianza a fuerza de intentarlo.
En ese camino fui aprendiendo muchas cosas, no sin antes haber cometido errores, aunque muchos de forma involuntaria y por desconocimiento, muchos también creyendo que por ir en bicicleta podía llevarme el mundo por delante.
En ese camino de exploración urbana fui conociendo gente que me ayudó a aprender y entender que la movilidad activa es frágil en muchos aspectos y esa fragilidad la fui sintiendo en cada una de mis salidas, enfrentando cierta violencia que no venía de otro lado más que de quienes conducían vehículos motorizados. Eso me hizo repensar ciertas cosas en cuanto a cuál debía ser mi compromiso para con la bicicleta y que podía aportar yo desde mis dos ruedas para que esa movilidad en bicicleta se pudiera empoderar y así intentar buscar una mejora en mi calidad de vida y consecuentemente en la del resto de la sociedad, sabiendo que mi aporte era pequeño, pero entendiendo que la suma de voluntades iba a poder generar el cambio.
La bicicleta tiene esa versatilidad que no tiene otro modo de transporte en cuanto al cuidado del medio ambiente, a la inclusión, a la eficiencia, a la salud y la posibilidad de transformar ciertas conductas de las personas.
Los años fueron pasando y me fui metiendo en un mundo agradable y lleno de buenos momentos, pero complejo a la vez, y más allá de las contingencias que iba encontrando en mi recorrido y en mi ferviente lucha por una movilidad más saludable y segura, también me acercó a los 30 Días en Bici.
Un movimiento que me abrió otra perspectiva sobre el significado que iba teniendo la bicicleta en mi vida y lo que podía aportar más allá de la movilidad.
Los 30 Días en Bici representan la libertad, la autonomía, la alegría de andar en bici, ya sea por placer o por necesidad o por querer hace algo diferente que ayude a transformar la movilidad activa en un estilo de vida y que eso sea la piedra fundamental en la transformación de nuestras ciudades, que necesitan imperiosamente cambiar su fisonomía, hoy castigada por la movilidad motorizada, y que a causa de esa cultura auto-céntrica se fue transformando en un lugar inseguro para vivir.
Hoy ya llevo diez años recorriendo la ciudad en bicicleta y diez años que los 30 Días en Bici siguen invitando ininterrumpidamente cada año a que vos también te sumes a pedalear, y que como yo puedas empezar a asumir un compromiso con la salud, la seguridad y el cuidado del medio ambiente, no solo propio sino también de aquellas personas que todavía no encontraron el camino y a quienes podemos mostrárselo andando en bicicleta.
Es tan fácil y tan simple darnos cuenta de lo mucho que podemos hacer con tan poco, que la bicicleta es el perfecto resumen de eso, solo que tenemos que entender el poder de transformación que ejerce la movilidad activa en nuestras vidas. Solo experimentando y con buena voluntad vamos a poder torcer la historia.
Este año se festeja por partida doble y en abril estas invitado/a a sumarte a los 30 Días en Bici y empezar a cambiar tu vida y transformar tu ciudad para siempre.