2020

2020

Un año extraño, de esos que difícilmente podamos borrar de nuestra cabeza. Un año que me inspira a escribir todo esto. Lo vivido, lo que deje de vivir, lo inesperado, lo que ha modificado mis conductas, lo aprendido, lo irreparable, lo que me queda por componer y por sobre todas las cosas lo que ha constituido un sinfín de circunstancias que me obligaron a encarar mi vida de otra manera.

Terminaba 2019 y nos preparábamos para iniciar una nueva década, y como todo año nuevo, intentando renovar las esperanzas, con proyectos y planificando un año que nos posibilitara seguir creciendo y mejorando, pero en el medio pasaron cosas.

Pasó enero bajo sospecha, pero sin sobresaltos, llegó febrero con las vacaciones a cuestas y ya pensando en el comienzo del período escolar de mi hija, pero sin sobresaltos, más allá de alguna información que llegaba desde muy lejos. Y llegó marzo con más certezas que incertidumbres sobre lo que estaba pasando en el mundo y que ya veíamos más de cerca. El mundo se declaraba bajo pandemia, la escuela apenas abría sus puertas y nos tuvimos que recluir en nuestras casas sin tener certeza alguna de cuanto tiempo íbamos a tener que seguir de esa manera.

Y en marzo empezó a cambiar nuestra vida tal como la veníamos llevando, encerrados en nuestras casas, sin ni siquiera poder salir a la calle más que para hacer las compras esenciales, empecé a trabajar desde casa, porque tuve la fortuna de poder hacerlo, misma suerte que no tuvieron millones de personas que fueron agotando los recursos de los que disponían, quedándose sin trabajo e intentando reinventarse para poder subsistir.

La vida se fue transformando, día a día, donde el tiempo pasaba casi sin darnos cuenta. Nos preguntábamos si era martes o jueves, las horas y los días pasaban y no nos daban tregua, el encierro se hacía cada día más pesado, la incertidumbre crecía y con ella la ansiedad, los temores, extrañar a familiares y amistades, las salidas recreativas, todo se fue diluyendo. La pandemia nos fue consumiendo eso que siempre consideramos inalienable: la libertad.

Una nueva modalidad de trabajo se apoderó de quienes tuvieron la fortuna de poder seguir trabajando, y desde nuestra casa conectado remotamente a todo lo que alguna vez fue presencial. Una adaptación a algo casi nuevo e inesperado, que nos fue llevando a replantear la idea de que eso no estaba tan mal y que con algunas pequeñas modificaciones hasta quizás podría quedarse casi así, lo que nos daría una perspectiva diferente a lo que considerábamos hasta como “la oficina”.

Moverse fue casi imposible, solo si eras personal esencial tenías autorización para trasladarte a tu lugar de trabajo. El transporte público funcionaba con muchas restricciones, aunque se instaló rápidamente la idea de que viajar en tren, colectivo o subte era riesgoso para la salud por ser un ámbito propicio para la transmisión y propagación del Covid-19.

Las ciudades se fueron transformando, buscando adaptarse a una vida diferente, y mucha gente empezó a ver en la bicicleta una oportunidad única para moverse de forma tal de no exponerse en lugares cerrados para moverse de un lugar a otro, y eso motivó que los gobiernos empezaran a fijarse en cambiar la infraestructura urbana para brindarle a esa gente mayor comodidad y seguridad a la hora de moverse en bicicleta.

El “boom” de las bicicletas, se empezó a escuchar en muchos rincones del mundo. La bicicleta, algo tan simple y sencillo de usar que tuvo que esperar que el mundo se declarara en emergencia sanitaria para poder tener un lugar preponderante en cada rincón urbano donde miremos, y Buenos Aires no fue la excepción.

Quizás un poco abrumados por lo que estábamos viviendo, e intentando reorganizar los recursos humanos y económicos, pero lo cierto es que en Buenos Aires arrancamos tarde con esto empezar seriamente en recuperar el espacio público para las personas. Un espacio público necesario para moverse sin estar expuestos a la concentración masiva de personas en lugares cerrados. Espacios abiertos donde podamos movernos con mayor libertad, sin depender de otra cosa más que de nuestra voluntad, y la bicicleta pasó a ser una aliada indispensable en eso de movernos de forma segura, limpia y saludable, y para eso era absolutamente necesario recuperar el espacio público.

Se avanzó bastante en la idea de una ciudad para las personas, algo que se viene manifestando en el mundo desde décadas, y de eso sabe mucho Jan Gehl y hay mucho material escrito por Jane Jacobs, y muchos urbanistas modernos dispuestos a cambiar la forma de vivir en las ciudades.

Lamentablemente tuvimos que pasar por todo esto, para que la construcción de esos deseos se aceleren, y hoy estamos cosechando el fruto que esta pandemia ayudó de alguna manera a que madure, facilitando que determinados procesos comenzaran a manifestarse de forma fehaciente.

Al final del año me quedo con varias cosas que nos deja esta pandemia, el “boom” de las bicicletas, moverse solo lo necesario, el trabajo remoto y la libertad que eso nos ofrece, consumir solo lo que necesitamos, disfrutar más del hogar, estar más en contacto con la familia íntima.

Hoy arranca un nuevo año, y ya nos sentimos agobiados por la incertidumbre y con eso la ansiedad nos domina, tal como nos pasó en marzo pasado, pero ahora con la cabeza puesta en conseguir esa vacuna que nos pueda dar un respiro y desde ahí empezar a defender todo lo bueno que hemos logrado, corregir aquello que en el pasado nos hizo daño, y seguir construyendo todo aquello que sabemos va facilitar nuestras vidas.

No aflojemos, pensemos que si algo vino para quedarse es que la ciudad es de las personas y desde allí debemos reinventarnos. Esto recién comienza, es el principio de un mundo algo diferente, o al menos eso parece; no dejemos que nos arruinen los proyectos y esperanzas que como cada año nos planteamos y que nos permiten seguir nuestro camino de creación.

La bicicleta es transporte

La bicicleta es transporte

Desde tiempos remotos la bicicleta ha sido considerada por mucha gente como un vehículo de recreación, pero con el paso del tiempo esa idea fue cambiando, aunque no en los niveles que imaginamos, y hoy en día sigue siendo un vehículo altamente desconsiderado como modo de transporte.

Hoy el mundo vive una de las crisis sanitarias más profundas de las que se tenga memoria, donde es indispensable mantener un distanciamiento físico para evitar la propagación del COVID-19, y entonces se plantea el desafío de ver de qué manera nos podemos mover con mayor seguridad y al mismo tiempo cumplir con el distanciamiento físico que se requiere.

El transporte público, hoy como lo conocemos en muchas de las grandes urbes, genera demasiado acercamiento entre personas y obliga a compartir espacios comunes, sin embargo, muchos de esos viajes que se realizan dentro de una ciudad no superan los 10 km, razón más que suficiente para fomentar el uso de la bicicleta, y no solo como recreación, sino como un modo de transporte y estilo de vida.

Andar en bicicleta, como todos sabemos, es saludable, eficiente, seguro y cuenta con la aceptación de mucha gente, aunque no todas las personas se sienten cómodas usando la bicicleta para ir a trabajar, y en eso debemos pensar para facilitar esa comodidad. ¿Será cerrando calles solo para bicicletas, aumentar la infraestructura ciclista, permitir más y mejores lugares para estacionar, interconectar el transporte masivo con estaciones de bicicletas públicas? Muchas de estas propuestas se vienen haciendo desde hace mucho tiempo, y hoy toman más relevancia en virtud de la necesidad que tenemos de movernos manteniendo el distanciamiento físico.

La recomendación es que te quedes en tu casa, pero hay personas que deben salir a la calle para ir a trabajar porque ofrecen servicios esenciales como ser salud, seguridad, alimentación entre otras, y nada mejor que poder moverse de forma mas saludable, es decir en bicicleta; en ese contexto muchas ciudades cuentan hoy con servicios públicos de bicicletas, que en Argentina se encuentran suspendidos, cuando la realidad indica que deberían funcionar a su máxima capacidad porque el uso de la bicicleta descongestiona el transporte público y permite que quien no tenga la posibilidad de usar la bicicleta pueda viajar con mayor comodidad y seguridad en tren, bus o subte.

La bicicleta es transporte y hablar del tema genera disparadores para proyectos, propuestas e ideas que movilicen a las autoridades gubernamentales para habilitar el sistema público de bicicletas, modifiquen la infraestructura vial e incentiven a las personas a usar esa bicicleta que tienen guardada y que solo usan los domingos.

Si son de esas personas, y tienen que salir a trabajar, las invito a que pongan en condiciones sus bicicletas y salgan en ellas, siempre recordando limpiar las mismas antes y después de su uso con una solución de alcohol al 70%, usar tapaboca y mantener la distancia física recomendada.

A cuidarse, y les dejo un abrazo de codo.