Vuelta Olímpica en bicicleta – Buenos Aires 2022

<strong>Vuelta Olímpica en bicicleta – Buenos Aires 2022</strong>

Deje pasar algunos días para bajar el nivel de adrenalina que me provocó este evento multitudinario en Buenos Aires y poder escribir con mas calma mis impresiones personales.

Este año me anoticié del evento, que en realidad ya estaba en su segunda edición, lo que me pareció una idea brillante, y que consistía en dar la vuelta completa a la ciudad por sus límites. Fueron aproximadamente 70 kilómetros, pasando por más de 20 barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un paseo, para todos, totalmente inclusivo y amigable con el medio ambiente.

Al enterarme de este evento supe de inmediato que iba a ser un éxito, que no podía fallar, no solo porque detrás veía que había muchas ganas de hacerlo y una voluntad que superaba todas mis expectativas, y es ahí que empecé a ponerle toda mi atención, y hasta me puse a disposición para colaborar en lo que pudiera para ser parte de un evento ciudadano que seguramente iba a ser el disparador de algo mucho más grande, iba destinado a transformarse en un hito para el ciclismo urbano de la ciudad.

De hecho, el resultado fue increíble. No sé si fueron 300, 5000 o 10000 ciclistas los que participaron, lo cierto es que la convocatoria fue enorme e impecable la organización. No hubo fisuras, no hubo problemas, no hubo grandes incidentes, la gente se comportó civilizadamente, todos contentos, con sonrisas que no entraban en la cara de nadie.

Cuando la sociedad civil se ordena y se convoca de forma organizada con un propósito definido, el resultado siempre va a ser positivo y en este caso, sucedió lo que esperaba que sucediera, la gente participó masivamente, de forma ordenada, pacifica, con alegría, vinieron familias, gente de diferentes partes del país, organizaciones, grupos ciclistas y empresas que quisieron decir presente. Todos de alguna manera contribuyeron al éxito de esta convocatoria.

Esta Vuelta Olímpica tiene un propósito. Buenos Aires, como cualquier otra capital del mundo, tiene serios inconvenientes con el tránsito vehicular, que por momentos es agotador y violento y que padecemos cada día. ¿Por qué no tener en Buenos Aires un espacio en la calle dedicado a la recreación para que más gente pueda disfrutar del espacio público sin riesgos? Si grandes capitales del mundo lo tienen, nosotros no somos menos y podemos también lograrlo.

Las calles recreativas, como comúnmente suelen llamarse a estos espacios de convivencia no motorizada, suelen brindarle a la sociedad un remanso entre tanta violencia y tanto ruido, y en ese camino es que la comunidad ciclista se agrupa y se alza para reclamar por esos espacios, y que en definitiva va mucho más allá de promover el uso de bicicleta, sino de buscar más profundamente la forma de que las personas puedan tener al menos una vez al mes un lugar en la ciudad donde poder disfrutar al aire libre, sin ataduras y sin riesgos, aprovechar de un momento de tranquilidad para andar en bicicleta, correr, sentarse a disfrutar del aire, conversar, comer, hacer deportes y ejercicio. Eso es lo que buscamos.

En diciembre de 2021 se aprobó la Ley 6472 que establece el 22 de septiembre como el Dia Sin Auto, ya que en esa fecha se celebra mundialmente y a la que la ciudad adhiere oficialmente, además de establecer que el 3er domingo de cada mes de destinen zonas de la ciudad para fomentar la movilidad activa y que se delimiten calles recreativas para que puedan ser disfrutadas por las personas.

Ya creo haberlos aburrido hablándoles muchas veces sobre los beneficios que genera la movilidad activa, pero siempre es un buen momento para recordarlo y concientizar a las personas sobre la importancia que tiene empezar a ver la movilidad urbana a escala humana, y para eso es fundamental lograr tener ese espacio seguro que nos permita usarlo como herramienta de pacificación y socialización.

La Vuelta Olímpica vino para quedarse y permitirnos tomar la fuerza que nos empuje para que el próximo año este evento masivo tenga proporciones bíblicas. ¿Exagero? No. Con tan poco hemos logrado tanto este año, que no es exagerado pensar que el 2023 nos encontrará cortando la Av. General Paz para dar paso a la felicidad, porque la felicidad viaja en bicicleta.

Salvemos Libertador

Salvemos Libertador

Desde hace ya unas semanas atrás que se viene hablando mucho sobre las obras de reconfiguración de la icónica Av. Libertador en la ciudad de Buenos Aires. Una avenida con el espacio suficiente para avanzar en una redistribución modal, que desde el activismo veníamos reclamando hace mucho tiempo.

Una reformulación que ayudará a que tanto peatones como ciclistas puedan moverse con más comodidad y seguridad. Una obra que además permitirá reducir la velocidad máxima permitida en esa avenida, que hoy es de 70 km/h, y bajaría a 50 km/h.

Mucha agua ya ha pasado bajo el puente y mucha más pasará, a pesar de que estas obras empezaron hace algunos meses atrás este año, y la cual se extenderá hasta fin de año, si todo marcha como está planeado.

Hay un grupo de vecinos, y gente que usa esa avenida a diario en auto, que se oponen a esta obra por considerarla innecesaria, ya que aducen quitarles lugar para estacionar, y a quienes la usan, carriles para circular, pero lo que no pueden ver, o no quieren hacerlo, es que esto se hace con el objetivo de darle a esa avenida un uso mas inclusivo y cambiar el paradigma ese de que por las avenidas solo pueden circular autos a gran velocidad.

Sabemos lo que representa el exceso de velocidad en calles, rutas y autopistas, y todos los días lastimosamente lamentamos muertes absurdas que pudieron haberse evitado, y si bien sabemos que hay otros factores que inciden en la elevada tasa de siniestralidad vial, como ser la conducción bajo los efectos de alcohol y drogas, la distracción al volante y la temeridad creada en torno a la creencia de que “a mi no me va a pasar nunca”, entendemos que al darle menos espacio a la circulación motorizada y privilegiando más y mejores espacios para el transporte público, peatones y ciclistas vamos a poder progresivamente ir avanzando en una ciudad donde moverse no tenga que ser peligroso.

Cuestionar una obra solo porque quita espacios para estacionar y porque hay que ir más despacio, habla de un bajo nivel de argumentación considerando que el espacio público debe ser compartido y permitir una fluida circulación de todos, es decir no solo autos, sino también peatones, ciclistas y modos de transporte masivos, como el colectivo/bus.

¿Acaso dejar un auto estacionado gran parte del día representa una comodidad para quienes quieren moverse? Claramente no, poniendo en riesgo y obstaculizando a quienes intentan moverse de otra forma, aún mucho más segura y eficiente.

Este es un debate interesante que nos debemos quienes vivimos y nos movemos en Buenos Aires, para dejar sentada la base de una ciudad que necesita imperiosamente modificar un paradigma que nos hunde profundamente en un problema que a simple vista parece no tener solución: la violencia vial, que cada día se lleva vidas y que equivocadamente naturalizamos casi sin darnos cuenta.

Queda solo una cosa por hacer, seguir apoyando la vida de las personas por sobre la “comodidad” de unos pocos que intentan canalizar la protesta a través de argumentos sin sentido y que solo buscan desestabilizar un plan que a priori busca mejorar de alguna manera la forma en la que nos movemos e intentar lograr una sana y plena convivencia vial que en definitiva es para todos y no solo para un grupo de loquitos en bicicleta.

Ciertamente hay lugar para todos en la ciudad. Este el camino que nos va a mejorar la calidad de vida, nos va a transformar como sociedad, nos va a ayudar a que podamos salir sin miedo, a darnos cuenta que movernos de otra manera es posible. Caminar y andar en bicicleta son solo la punta del ovillo, desmadejemos ese camino juntos constructivamente, sin banderas, porque la movilidad no tiene banderas, todos somos peatones y todos queremos una ciudad mejor, solo hay que saber compartirla y aprender.

Salvemos Libertador, salvémosla de la prepotencia y la intolerancia que intentan dominar un espacio desproporcionado y desaprovechado, que muchos intentamos recuperar, para la vida, para la gente, para movernos mejor y más seguros.

¿Prohibir la circulación de bicicletas?

¿Prohibir la circulación de bicicletas?

Seguramente me escucharon pedir muchas veces que prohíban los autos, algo que creo que debería ocurrir en algún momento, más allá de la burda literalidad de ese pedido.

Hoy no vengo a hablar de ese tema sino de algo que se publicó ayer en Twitter sobre unos carteles que aparecieron en la Av. Libertador en el tramo que pasa por el municipio de San Fernando, provincia de Buenos Aires, y que prohíben la circulación de bicicletas en esa importante avenida.

Foto de Twitter @CeciLaVeronica

Le preguntamos al intendente de San Fernando, Juan Andreotti, sobre el origen de esos carteles, pero no hemos obtenido respuesta hasta el momento. La idea es conocer con mas detalle cual es la razón por la cual se prohíbe la circulación de bicicletas en esa avenida siendo que la Ley de Tránsito no establece dicha prohibición.

En este sentido, y no habiendo una respuesta oficial a nuestra consulta, todo esto suena más a un capricho del intendente que a una medida para mejorar la seguridad vial en la zona, porque se sabe que en avenidas donde la velocidad máxima establecida es de 60 km/h, suelen circular siempre a velocidades mayores y eso claramente va en contra de mejorar la seguridad vial. Es directamente proporcional, a mayor velocidad, mayor es el riesgo de que sucedan siniestros viales; entonces nos preguntamos: ¿prohíben la circulación de bicicletas para que los automovilistas tengan vía libre y puedan circular a cualquier velocidad y que nadie les interrumpa su estúpida carrera a la nada misma?

Juan Andreotti tiene acá la oportunidad de explicarnos que quiso hacer con esto, porque sencillamente no se entiende que haya tomado decisión que va a contramano de lo que muchas ciudades del mundo están intentando hacer para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, que es promover el uso de la bicicleta y el transporte público, reducir los límites máximos de velocidad, angostar calzadas y ensanchar aceras y darle a la movilidad activa el protagonismo que claramente Juan Andreotti está negando absurdamente.

Creo en lo personal que funcionarios/as que van a contramano de la construcción de una mejor calidad de vida y de poner a las personas por encima de las maquinas, deben dar un paso al costado, dejar de lado ese vedetismo berreta que caracteriza a la política de nuestro país y dedicarse a otra cosa, o al menos tener la voluntad y el decoro de dar una respuesta al reclamo ciudadano.

No se, me salió escribir algo al respecto, porque no se entiende que todavía haya funcionarios/as que no se hayan dado cuenta que el mundo esta cambiando y que los estándares de vida son otros, que el siglo XX terminó y con el un paradigma que ya le cuesta sostenerse: el de moverse siempre en auto.

Prohibir la circulación de bicicletas es retroceder, aunque mas de uno piense que retroceder es volver a usar la bici, y quizás Juan Andreotti sea uno de ellos y por eso las prohíbe.

Continuará…

¿Acaso somos arañas?

¿Acaso somos arañas?

Es muy común ver gente andando en bici que se esconde del tránsito, circulando cerca de los cordones de la vereda, y entre autos estacionados o tachos de basura. Esa conducta se entiende en parte debido a la inseguridad vial que padecemos, aunque sigo sin compartir esa forma de circular en bicicleta.

Saben de mi compromiso con la conducción responsable de la bicicleta y déjenme decirles que esa es de las formas más peligrosas que hay para andar en bicicleta. Sabemos bien de la violencia vial a la que estamos expuestos quienes diariamente salimos a la calle en bicicleta, ya sea para a trabajar o estudiar o aquellos que lo hacen con fines deportivos o recreativos, sin embargo, la mejor forma de hacernos ver y de visibilizar a la bicicleta es dejando de circular por los rincones.

Si andas en bici por la ciudad vas a encontrarte con calles donde hay autos estacionados, y lo mejor que podemos hacer en esos casos es circular a por lo menos 1.5m de distancia de ellos, porque es bien sabido la enorme cantidad de conductores que abren la puerta de su auto sin observar la proximidad de una persona en bicicleta. Al circular a 1.5m de distancia nos permite evitar el portazo (dooring) y las consecuencias que ese acto nos puede generar.

Otro tema importante, y una conducta que a muchos les cuesta incorporar, es la de circular por el centro del carril. Siempre veo ciclistas circulando pegados al cordón de la vereda y eso les deja muy poco espacio de maniobra, porque ya sabemos que los automovilistas no nos dejan espacio para poder maniobrar con seguridad, es por esa razón que debemos hacer un esfuerzo y asumir el compromiso para ocupar el centro del carril cuando andamos en bici, hacernos visibles e intentar de todas las maneras posibles de que los automovilistas entiendan que deben sobrepasarnos como si delante tuvieran a otro auto, dejando una distancia segura al hacerlo, considerando que verdaderamente no es otro auto, sino una persona en bici.

Les dejo aquí abajo una triste noticia que viene de Bahia Blanca, pero que quizás demuestre gráficamente lo que digo y les haga ver la importancia que tiene circular por donde tenemos el derecho de hacerlo, sin que nadie nos lo recrimine.

https://www.canalsiete.com.ar/buscan-identificar-al-conductor-que-al-abrir-la-puerta-de-su-auto-golpeo-a-un-ciclista-y-le-provoco-la-muerte/

Somos personas que andamos en bici, no arañas.

Ni una bici blanca más

Ni una bici blanca más

El domingo pasado participé de una bicicleteada que nunca debió haber existido, y hoy escribo una nota que nunca debí haber escrito, y espero no tener que escribir nada similar en el futuro.

La bicicleteada del domingo pasado se convocó para acompañar a la bici blanca que se colgó en Buenos Aires en memoria de Marcela Bimonte, quien fue asesinada por un automovilista irresponsable que conducía bajo los efectos de las drogas y que luego del hecho se dio a la fuga sin prestar asistencia, no solo a Marcela, sino a muchas personas más a quienes también había atropellado mientras circulaban por una bicisenda y hoy se encuentran en grave estado.

Esta nota tiene sonido, el sonido de un grito (o de muchos), del reclamo, de la impotencia, de la tristeza. Me siento desmoronado ante la sucesiva cadena de hechos lamentables que debemos padecer quienes nos movemos en la ciudad, con relación a la movilidad urbana y especialmente aquellos donde el auto es protagonista. Un protagonismo que no te compro, porque sabemos positivamente todo lo negativo que el uso y abuso irresponsable del auto aporta a la sociedad.

Esto no es una apología en contra del auto, aunque bien podría serlo, pero no lo es. Esto es un llamado permanente a la reflexión de toda la sociedad, sin importar como nos movamos, porque en definitiva todos durante gran parte del día solo caminamos.

Marcela fue asesinada y abandonada y eso es un homicidio simple, agravado por el abandono de persona. Nada le devolverá la vida a Marcela, pero cada uno de nosotros puede hacer un aporte, por mínimo que sea, para que movernos en la ciudad deje de ser riesgoso, y se transforme en algo disfrutable.

Cuanta más gente debe morir absurdamente para darnos cuenta de la loca carrera que corremos en contra de nosotros mismos. Nos auto-flagelamos constantemente, y no es un juego de palabras, es literal. Nos castigamos, y en esa frenética carrera hacia la nada castigamos a otros que sin saberlo dejan de existir en un segundo, sin ni siquiera haber podido entender esa actitud inequívoca de demencia que caracteriza a esas personas cuya realidad alterna desvía cualquier razonamiento lógico que pueda contener algo de amor, respeto, empatía, conciencia, tolerancia y paciencia.

Hace una semana Marcela Bimonte fue asesinada, que bien podría haber sido Pablo Lebedinsky, o vos o cualquier otra persona de tu círculo íntimo. Muchas cosas nos quedan por hacer, pero lo más importante es lograr recomponernos como personas ciudadanas, con voluntad, compromiso y un espíritu combativo desde lo humano, para que no tengamos que seguir colgando bicis blancas o estrellas amarillas en diferentes rincones de la ciudad, sino movernos de la forma que mas nos guste, para darle vida a la ciudad en lugar de seguir despidiendo gente que no debió haberse ido.

Les pido a todos quienes lean esta nota que entiendan el significado que tiene la vida, que divulguen el mensaje, que lo sostengan en sus grupos familiares y amistades, porque no hay mejor campaña que la que podamos transmitir de persona a persona, mas allá de las pequeñas acciones que podamos ir haciendo cada uno de nosotros, para que vivir en la ciudad sea cada día mejor.

Gracias por leer, y por compartir lo que siento y lo que intento transmitir.

Una ciudad a escala humana

Una ciudad a escala humana

Las ciudades fueron creciendo y desarrollándose durante estos últimos 100 años alrededor del crecimiento de la industria automotriz, pensando que la irrupción del automóvil iba a facilitar la forma de movernos y que los viajes de las personas iban a ser más agiles, placenteros y eficientes.

Han pasado las décadas y hoy salimos a la calle y todo eso que pensaron los desarrolladores de época han quedado enterrados ante la evidencia irrefutable de que el auto se ha transformado en el mayor problema que acarrean las ciudades en términos de movilidad, transporte, contaminación y seguridad vial.

Ahora nos preguntamos si hay algo que se hizo mal, y en mi opinión no creo que se haya hecho algo mal, lo que no se hizo es haber pensado que podría haberse hecho mejor, es decir, no pensar tanto en como moverse en auto sino en que espacio le íbamos a destinar a las personas y seguir el derrotero automotriz a la par del crecimiento de una ciudad que esté preparada para darle comodidad, eficiencia y seguridad a la movilidad de las personas, en lugar de seguir insistiendo en quitarles espacio para meter más autos.

Una ciudad pensada para las personas, obviamente le quitaría poder a la industria automotriz, porque sencillamente no habría espacio para más autos, y la producción no sería tan grande como lo es hoy, aunque actualmente y por fortuna algo está cambiando, hay algo en el aire que muy sutil, lenta y progresivamente va tomando forma, y es nuestro deber acompañar ese cambio para ayudar a que nuestras ciudades vuelvan a tener el esplendor de antaño, donde caminar o andar en bicicleta no era lo riesgoso que supone hacerlo hoy.

Las calles de la ciudad deben ser transformadas de tal manera que salir a caminar o andar en bicicleta no suponga un riesgo, que si tienes que usar el auto sepas que solo te va a servir y ser más eficiente para largas distancias y fuera de la ciudad, que usar el transporte público no tenga que ser una aventura inhumana, que ir a la escuela o salir con amigos en bici pueda ser parte fundamental del momento y disfrutarlo.

Una ciudad a escala humana, es facilitarle la movilidad a las personas, en lugar de hacérsela más miserable y peligrosa. ¿Por qué debemos seguir pensando donde meter más autos o pensar por donde deberían circular, si ya sabemos lo que ocurre cuando hacemos eso? ¿Por qué mejor dejar de producir tantos autos, o producir solo los extremadamente necesarios, y dedicarnos masivamente a la producción de modos de transporte más seguros, eficientes y económicos? Preguntas que debemos respondernos cuando vemos como nuestras ciudades se van colapsando rápidamente ante nuestros ojos.

Los autos han sabido destruir las ciudades y ahora nos toca reconstruirlas, pero sin ellos. Todo depende de nosotros, de nuestra voluntad por generar pequeñas acciones cada día que fuercen ese cambio y nos sumerja paulatinamente en un espacio que podamos disfrutar, y no padecer.

Muchos decimos que si una ciudad la pensamos con los ojos de nuestras infancias, habremos recorrido el camino correcto, porque no hay nada más seguro que hacer calles que pueda disfrutar la niñez, y por consiguiente todos nosotros.

Les dejo un resumen de un Masterclass que dio Gehl Architects en Buenos Aires en 2016 https://youtu.be/3TwS4JYynmI

¿Salir a protegernos o salir a disfrutar?

¿Salir a protegernos o salir a disfrutar?

A raíz de un siniestro vial fatal que ocurrió este último fin de semana en la zona de la estación Once del Ferrocarril Sarmiento, en el barrio Balvanera de la Ciudad de Buenos Aires, se me ocurrió escribir algo que vuelve siempre al debate, y es sobre si las personas deben salir a la defensiva o a disfrutar del espacio público.

Todo el tiempo estamos pidiéndole a la gente que use el cinturón de seguridad, que se ponga casco, que use chaleco reflectante, que use luces y ropa clara y no se cuantas cosas más por un tema de seguridad vial. Lo cual está muy bien si lo vemos desde lo que representa un elemento de seguridad para la protección de las personas, pero ¿qué ocurriría si yendo en bicicleta sin casco te atropella un/a automovilista que va mirando su celular? ¿Diríamos que fue porque el/la ciclista no llevaba puesto el casco?

Suele pasar que nos sobreprotegemos más de la cuenta porque no somos capaces muchas veces de ir un poco más allá y ver las cosas con otra perspectiva, para poder darnos cuenta verdaderamente del contexto en el que estamos y así poder reclamar y accionar sobre lo que vemos que está mal o no cumple mínimamente con aspectos de seguridad propios de las necesidades que tenemos como personas a la hora de movernos por la ciudad.

No es justo señalar a la víctima cuando ocurre un siniestro vial, aún si esa persona haya obrado de forma inapropiada, porque en realidad la víctima quizás sea el resultado de algo que habitualmente está mal hecho y ahí es donde debemos poner el foco.

Todo lo que hace a una ciudad segura debe estar enfocado en las personas, cuando se pierde ese foco las ponemos en riesgo, y es ahí donde se insiste equivocadamente en eso de que la gente debe cuidarse. El instinto de preservación forma parte de nuestro ser, no es necesario decirle a la gente que se cuide porque son conductas que surgen casi espontáneamente. Lo que si es importante decirle a la gente es que debe dimensionar correctamente que ciudad tiene y reclamar aquellas cosas que necesariamente deben poner a las personas por encima de cualquier otro factor de tránsito.

Cuando miramos la ciudad que tenemos, nos damos cuenta qué poco tiene de amigable para con las personas, porque siempre se priorizó la circulación motorizada, y en ese sentido es que encontramos la “solución” en pedirle a la gente que salga con armadura, lo que fomenta mucho más el entorno agresivo en el que vivimos. Lo que en realidad debemos hacer es transformar ese espacio agresivo en algo que nos quite el peso de tener que salir a la calle siempre a la defensiva, cuando deberíamos salir sin temor a que nos atropellen.

Nunca, pero nunca nos enfoquemos en responsabilizar a la victima de algo que normalmente no tiene bajo su control y que claramente nos remite a analizar el entorno y sus consecuencias, e intentar cambiarlo para mejorarlo.

Como le dije a un usuario en tuiter, transformadores son aquellos que viendo la realidad intentan algo para cambiarla, pero con una visión más amplia y evitando poner a la víctima en el foco del debate.

Sigamos trabajando por una ciudad donde caminar o andar en bicicleta no tenga que ser dramático, sino disfrutable.

¿Qué es una ciudad ciclista?

¿Qué es una ciudad ciclista?

Cuando escuchamos hablar de “ciudades ciclistas” pensamos casi automáticamente en Ámsterdam y Copenhague, y en alguna otra ciudad de Europa, y quienes andamos en bicicleta quisiéramos estar siempre ahí, porque vemos lo que hay, como se mueve la gente, como han progresado en infraestructura y principalmente como han logrado un cambio cultural envidiable, donde la gente puso atención en formas más amigables de movilidad y gobiernos que entendieron el reclamo de la gente hace más de 40 años.

Mi experiencia arriba de la bicicleta no es mucha por cierto, pero en estos años que he decidido moverme en bici, he visto lo que se ha hecho en el mundo, he aprendido sobre infraestructura, he debatido sobre si hay que hacer ciclovías o no, sobre intermodalidad, sobre seguridad vial, he conocido gente con experiencia que me ha mostrado un lado de la movilidad que era desconocido para mí, y en ese fructífero camino he pensado muchas veces en todo lo que ha hecho mi ciudad al respecto, todo lo que aún se puede hacer para mejorar lo que se hizo y también hacer cosas nuevas.

Una ciudad ciclista no es solamente una ciudad donde se ande en bicicleta, es mucho más que eso, es una ciudad que valora la movilidad activa por sobre otros modos de transporte y que suma eficiencia y seguridad en espacios reducidos, de alta densidad poblacional y donde el hacinamiento, el ruido y la inseguridad vial se adueñaron del espacio, escaso en muchos aspectos, y que se debe principalmente a que las ciudades fueron siendo devoradas por una cultura vial centrada en el automóvil, y que nunca puso en valor la importancia que tiene moverse a escala humana.

Una ciudad ciclista no es una ciudad que solo tenga ciclovías (en muchos casos de dudosa calidad) que acompañen un discurso colorido, es pensar desde el sillín de una bicicleta como hacer que la gente se mueva mejor, y para eso es necesario acompañar el cambio, no solo con ciclovías, sino también con políticas públicas que valoren la movilidad desde lo humano y que eso nos haga cambiar culturalmente de forma progresiva.

Una ciudad ciclista es aquella que construye para que vengan y no al revés, pero tengamos cuidado con eso, porque no se trata solo de construir, sino de generar espacios seguros, que valoren la vida en comunidad, que permitan preservar la calidad del aire, que andar en bicicleta o caminar no sean un problema, que podamos salir a la calle sin preocuparnos por cómo protegernos, sino pensando en disfrutar del viaje.

Una ciudad ciclista es una ciudad donde su cultura da vueltas alrededor a una movilidad que sea limpia, eficiente, segura, amigable y donde la gente deje de pensar masivamente en el auto particular como una opción para moverse. Si logramos dejar de pensar en eso estaremos construyendo, casi sin darnos cuenta, una ciudad que nos permita andar en bici o caminar sin necesidad de creer que estamos perdiendo el tiempo arriesgando nuestro pellejo en un tránsito convulsionado y violento, donde normalmente reinan la intolerancia y la prepotencia.

Una ciudad ciclista es una ciudad donde me sentiría más cómodo, más seguro, más sano, más amigo de la gente y por sobre todas las cosas más humano.

No somos Ámsterdam suele decir mucha gente, y es verdad, pero también es verdad que Ámsterdam tampoco lo fue, y hoy si lo es, en base al esfuerzo de una sociedad que quiso cambiar, gobiernos que entendieron de que se trataba todo eso y de un compromiso con ese cambio, sin banderas más que las de buscar mejorar la calidad de vida, porque de eso se trata vivir mejor.

Lleva tiempo, pero imposible es lo que no se hace.

No es lo mismo

No es lo mismo

En nuestras vidas pasamos el tiempo comparando todo, e intentando poner todo al mismo nivel, pero en realidad no todo es lo mismo ni todo debe valorarse de la misma manera; particularmente cuando hablamos de movilidad, porque está claro que las diferencias entre los distintos modos de transporte son enormes, y aunque en algunos pasajes de la ley de tránsito que regula la circulación de los diferentes modos se intenta tibiamente marcar las diferencias, en la práctica eso no sucede y nos enfrentamos cada día con situaciones que nos ponen en riesgo solo porque naturalmente creemos que todo es lo mismo, pero debemos entender que las normas fueron hechas mayormente desde una sola perspectiva y no como una ley que proteja al más vulnerable.

Escucho normalmente decir que todos debemos respetar las normas, y eso esta muy bien, así debe ser, y no me canso de promoverlo, pero ¿está bien respetar una norma que puede ponerme en peligro? Hay que entender que las cosas suceden muchas veces porque no se respetan las reglas, pero también porque al respetarlas quedamos atrapados en un hoyo que nos puede dañar, y es ahí donde debemos detenernos a pensar si decir que todos debemos respetar las reglas es realmente lo que necesitamos, o si en verdad lo que debemos hacer es cambiar esas reglas, para que de una vez y para siempre la norma ponga la pirámide en la posición correcta, o acaso tendremos que pedirle a los peatones que usen casco y chaleco reflectante.

Para que eso suceda debemos empujar a nuestros gobiernos a asumir el compromiso que les cabe para mejorar la forma en la que nos movemos, y eso se logra no solo con leyes que tengan una perspectiva más inclusiva, sino también desde la infraestructura vial, que canalice la movilidad a través de calles más seguras que prioricen a las personas por sobre cualquier otra forma de movilidad y transporte.

Queremos calles donde caminar y andar en bicicleta sea seguro. Si logramos eso habremos dado un paso importante para acomodar el resto, y si a eso le sumamos reglas de circulación que acompañen a la infraestructura vial, entonces habremos avanzado hacia la construcción de una ciudad donde los valores queden correctamente establecidos y donde podamos hablar de equidad y no de igualdad.

Nada es perfecto, pero todo es perfectible si hay voluntad, coraje y compromiso para hacerlo, y recuerden que cuando hablamos de movilidad y seguridad vial, no es lo mismo igualdad que equidad.

Día Mundial Sin Auto

Día Mundial Sin Auto

Hoy se me ocurrió escribir algunas líneas sobre lo que significa celebrar el Dia Mundial Sin Auto, y es que no se trata de prohibirle a la gente que lo use, sino a transmitir un mensaje relacionado con el uso eficiente de modos diferentes de movilidad y transporte que contribuyan a mejorar las condiciones medio ambientales y de seguridad vial en las que vivimos expuestos diariamente.

Es recordarle a la gente que hay otra manera de moverse, que no estamos obligados a movernos en auto, que podemos buscar alternativas que ya existen y que nos pueden resolver diferentes circunstancias de la vida cotidiana.

Usar el auto de forma indiscriminada solo porque lo tenemos insertado en nuestra cultura es de un nivel de mediocridad tal que excede cualquier análisis, porque somos mucho más inteligentes que eso, y tenemos la posibilidad de demostrarlo.

La experiencia es algo que va creciendo con nosotros y que nos forma el carácter. Si no experimentamos nos quedamos estancados en nuestra zona de confort y la vivencia se torna estática, aburrida, inexpresiva, sombría y abrumadora, lo que nos lleva irremediablemente a seguir inmersos en un camino que nos devuelve siempre al mismo lugar.

Celebrar el Día Mundial Sin Auto es decirle a la gente que, a fuerza de voluntad, intente dar ese paso y sacarse de la cabeza esa cultura auto-céntrica al menos por un día, y vivir una experiencia diferente y a la vez enriquecedora. No pierdas mas el tiempo dando vueltas, la movilidad sustentable no es una moda, es un camino en línea recta hacia el futuro de la movilidad urbana, y no es el capricho de un loquito que anda en bicicleta, sino una necesidad de nuestras ciudades para mejorar nuestra calidad de vida.